26/7/07

Cádiz, Calamaro, Corleone, creerle a los españoles y el escote de Gema

No recuerdo si la conversación ocurrió en el autobús rumbo Torrelodones o en las caminatas que nos pegabamos entre Ciudad Universitaria y Moncloa, cuando precisamente íbamos a coger el bendito autobus después de clases. Quizás fue en un perdido bar madrileño (o de Torrelodones...), pero un día mi amigo Javi, el casi-vasco, expresó la siguiente idea: “Si te das cuenta todas las ciudades del mediterráneo se parecen. Una ciudad del Levante español no es muy diferente a una ciudad costera de Líbano, por ejemplo Tiro, o Trípoli en Libia”...
Le di el beneplácito protocolar a mi buen amigo, pero pensé que hasta que no conociera más puertos del Mare Nostrum, no podría confirmar cabalmente lo que él me decía con tanta seguridad. En aquel entonces (hace seis meses) yo sólo había orinado en algunos pueblos marítimos españoles -Barcelona, Cartagena y Garrucha en Almería- y otros tantos en Croacia -Omis, Dubrovnik, Split y Pula- además de Venecia; pero en rigor no se parecían mucho y podría haber discutido la observación con argumentos. Sin embargo, antes de decir nada recordé que en el fondo todo el Mediterráneo fue en algún momento de la historia romano (Roma se ha tomado mi vida, pues estoy leyendo con gran ahínco Yo, Claudio) por lo que arquitectónica y/o administrativamente sí podría haber semejanza. Y de hecho la hay... SuperSarko lo sabe y mientras levanta puentes sobre ese mar, Turquía se va al garete en su intención de entrar en la UE a pesar de los limpios comicios del Domingo pasado...
En fin...
Tuvo que pasar medio año para que lo anterior se hiciera patente en mi vida. Y eso fue ayer (25 de julio) cuando en el bar “La Taberna del Almirante” de Cádiz, me percaté que un tipo que tocaba el violín en una de las mesas de la terraza entonaba la famosa canción de la película El Padrino. Al oír la melodía, mi subconsciente evocó rápidamente las escenas de la película de Francis Ford Coppola cuando Miguele Corleone está refugiado en precisamente Corleone tras asesinar al capitán de Policía Macklusky y a Sollozzo, el turco, en Nueva York. Miré a mi alrededor y vi los derruidos edificios gaditanos, las terrazas llenas de turistas y la luna nueva en un cielo des-estrellado y concluí que, usando los parámetros impuestos en la producción hollywoodense, podía imaginar sin esfuerzo que estaba en Corleone, el pequeño pueblo de Sicilia; empero estaba en Cádiz la gran ciudad de Andalucía, llamada Gades por los romanos, en el verano de 2007 trabajando para una multinacional.

Una vuelta por Gades
Antes de llegar a esa reflexión, di una vuelta larga por el casco antiguo de Cádiz. Mientras me sentaba en el malecón de la ciudad –que los gaditanos se encargan de subrayar que no tiene nada que envidiarle al famosos malecón de La Habana (de hecho las escenas de “Otro día para Morir”, la última película de Pierse Brosnam como Bond, que supuestamente trascurren en la capital cubana fueron rodadas en la capital de la provincia de Cádiz, España)- entendí que Cádiz se merecía tener un espacio más grande en mi BLOG que las cuatro líneas que le dedico en “Un Recuerdo y Gilbraltar”. (La foto es una vista del mentado malecón, con la Catedral de Santa Cruz de fondo)
Las circunstancias de mi vida me han llevado a Cádiz tres veces en un mes... Es después de Madrid y Segovia, la cuidad que más he visitado en España. No es especialmente bella, pero tiene mar, mar por todos lados y aunque arquitectónicamente quizás necesite una “manito de gato”, mantiene un perfil de ciudad envidiable.
Luego de la vuelta busqué un bar y di con La Taberna del Almirante ubicado en una callejón lleno de terrazas. Como iba sólo y tampoco había sitio en la terraza, me senté en la barra y aunque al principio me hice acompañar por la lectura de Yo, Claudio, no me fue difícil trabar amistad con Juan y Gema las personas que llevaban el bar, además de charlar al pasar con los clientes que iban a la barra. Todo rodeado magníficamente con el sonido del violín, las risas, la excelente temperatura de la noche gaditana...
Pero la noche se hizo noche y el violinista se fue. Juan puso un CD y resultó ser Alta Suciedad de Andrés Calamaro y lo que al principio fueron sólo frases con Gema se trasformaron en discusiones sobre cual era la mejor canción de Calamaro. La chica era guapa y tenía un escote inmoralmente atractivo. Me divertía viendo como los clientes (borrachos portugueses, borrachos italianos) la miraban sin disimulo o sin el disimulo que yo creía poseer (de verdad, y a riesgo de que muchos rebatan la siguiente afirmación con excesivo sarcasmo, soy algo pudoroso como para mirarle la tetas a una chica sin reparos)...
Entre idas y venidas, pues debía poner copas en las mesas, concluimos que Los Aviones era una de las mejores canciones de Andrés... Creo que ese fue el único acuerdo, pues ambos nombramos decenas de canciones y cuando lo hacía uno, el otro respondía “si, tienes razón” y comenzaba a cantarla. Con Los Aviones debe haber ocurrido que la nombramos al mismo tiempo, pero no lo puedo afirmar... ya era muy de noche.
Luego me preguntó si era argentino. Los fantasmas de la identidad aparecieron. ¿Cómo explicarle que era chileno, pero no estaba del todo seguro, pero si que lo era, aunque podría haber nacido en Argentina o en Cuba?... ¿Cómo explicarle eso a una chica que había nacido y crecido en la parte antigua de Cádiz? (Y que se enorgullecía al decir que su madre no había salido del casco antiguo para dar a luz. Eso, señores, es Identidad)...
-Soy chileno, vivo en Madrid.
-Ah, picha, es que to usteé hablan iguar. Argentinos, uruguayos y chilenos hablan iguar y una se confunde. Eh Juan, ¿de donde ‘e la novia de José?... ¿De Uruguay?... De Uruguay, pero habla iguar que tu”
-No, nada que ver. Hablamos muy distinto. Aunque para ustedes debe ser difícil distinguir el acento. Para mi todos los andaluces hablan parecido, pero tu oído podría definir de mejor manera de que parte geográfica es una persona...
-Si picha, los de Sevilla habla muy ma. Lo de Jaen hablan canta’o. Lo de Huerva hablan fatal también y... ¡¡¡los de Almería no hablan jejejeje!!!

Al otro día...
Me despedí de casi todos al irme del Bar. En algún momento de la jornada le pedí fuego a uno de los parroquianos y este me dijo que me prestaba el mechero si le mostraba que leía. Le pasé el libro y comentamos un poco sobre la historia de Roma. Cuando me despedí de él me recordó que me llevase el libro. Yo lo tenía bajo el brazo y le dije que me quedaba muy poco para terminarlo como para dejarlo abandonado, sonrió y me regaló el mechero, pero ya no le quedaba gas...
A la mañana siguiente me junté con los chicos que me Merchanservis me había asignado para ayudarme en mi faena (aún no explico en que consiste mi trabajo, ya lo haré), uno era de Sevilla y el otro de Algeciras. “Anoche trabajé en una fiesta en mi pueblo y no he dormido nada”, se disculpó este último, pero resultó ser mucho más presto que el otro. Mientras hacíamos lo nuestro, y entre llamadas urgentes a Madrid, comprobé lo distinto que hablan los sevillanos y los gaditanos.
Tal como Javi, Gema tenía razón, aunque en un principio no les creí del todo. Pero la intención de este relato no es dejar una moraleja, no siempre hay que creerle a los españoles. Aunque sean de Cádiz o de el País Vasco...
(Pero a Javi si le creo que alguna vez tuvo un dialogó con Yasset Arafat y a Antonio le creo todo lo que me contó sobre la simpatía de la periodista Leticia Ortiz, ahora Princesa...)

19/7/07

Identidad y lo que pudo ser

A veces el recuerdo deja de ser el alma de la opinión para trasformarse en el cuerpo mismo. De esta manera se desvirtúa cualquier posibilidad de ser constante o cuasi-profesional en el pseudo-arte de mantener a flote un BLOG, por una razón fundamental: el pudor... Aquel “pre-moderno” sentimiento levanta los ánimos de la desidia y la abulia y ambas forman una cruzada contra la simpleza de trasmitir opinión. Los recuerdos aparecen y no lo puedo evitar por más que quiera y además, no los quiero dejar pasar. Menos cuando la nostalgia y España me evocan lo que soy y lo que no fui. Lo que puedo ser (aunque siempre guardaré las composturas, como mi amigo Milan Kundera demanda).

Benjamín Blanco Díaz
Ya no estoy en Aviles, ciudad portuaria del Principado de Asturias. Fui en un viaje relámpago que duró exactas 24 horas hace ya unas semanas. De hecho ahora estoy a bordo de un TALGO 200 con destino a Málaga, pero fue ahora, o más bien ayer tras conversar con alguien que sabe, que concluí que mis pensamientos, sensaciones y evocaciones de lo que pudo ser son certeros y en ningún caso menores...
Muchos de los que lean este BLOG (o mejor dicho los pocos que lo leen) sabrán que Benjamín Blanco Díaz, mi abuelo, nació en Infiesto, pueblo cercano a Piloña, pueblo, a la vez, cercano a Fresnosa, todos enclaves de Asturias. Emigró a América y llegó a Buenos Aires, pero, sin que yo tenga claridad al respecto, un contacto de él ya se había instalado en Chile y le brindaba cierta cobertura para comenzar una nueva vida allende Los Andes. Las razones del exilio no son otras que la pobreza que azotaba la región minera del norte de España. Mi abuelo tuvo la suerte, o la ocurrencia, de emigrar antes de que la Guerra Civil arrasara el país (más concretamente 1929, el año de la gran crisis mundial).
Se casó con una hija de emigrantes españoles (padre de Zamora, madre de Cataluña) y concretamente hizo la “América”. Con permanente boina calada nunca perdió el acento. Desde que tengo noción se celebraban en mi casa los 12 de octubres, una fecha tan ambigua, que para la colonia española en la provincia de San Antonio representaba tanto. Paseos al campo, tortilla de patatas, pesudo-paellas. Con la llegada del cable a mediados de los ’90, Antena 3 y TVE pasaron a ser los canales favoritos de mis abuelos.
Otro apunte: Mi padre vivió en España en los postrimeros años de Franco y una hermana mía nació en Madrid.
Puede que hasta hace unos días, concretamente desde que estuve en Aviles, España era Europa, era Fanny, era un roce académico, era conocer... Y claro, lo antes descrito, el vínculo sanguíneo con una tierra llena de mitos, leyendas, evocaciones tristes.Y es que mi abuelo antes que español era mi abuelo. Y mi padre, no sé porqué, era muy chileno, con un nacionalismo que yo estuve a punto de heredar y que talvez explica porque nunca mi hizo los trámites para recuperar la nacionalidad española, algo que ahora yo lamento... En definitiva, aquella ensalada de prejuicios era lo que representaba interiormente España para mi. Algo fuerte sin duda. Era evidentemente después de Chile el país más importante en mi vida.


Mapa de Asturias, la tierra donde nacío
mi abuelo.




Lo que pudo ser...
Pero en Aviles, en la Estación de Renfe de Aviles, tuve algo parecido a una epifanía. Vi a un tipo cercano a los 22 años vestido con chándal, gorro con visera, una polera deportiva. Alto, ojos café, pelo castaño, sin barba. Fumaba un cigarillo marca Fortuna. Lo acompañaba un chica guapa, pelo castaño, tez más blanca que él y también vestía modestamente, sin aspavientos. Parecía sumisa, pero, pude notar a cierta distancia que discutían siendo ella quien imponía mayor encono a las palabras. Luego llegó el tren, el apuro, el apremio. Los perdí de vista sin nunca saber el tema de la discordia.
El tipo no se parecía físicamente a mi. Tampoco sé cuales son mis gestos característicos, pero dudo que él los tuviera. Sin embargo, me vi reflejado en él y en todas sus desventuras y preocupaciones. En sus gozos y sus penas. Imaginé cuales podrían ser, concluyendo que podrían haber sido las mías.
Independiente del legado de mi madre y sus raíces alemanas, si mi abuelo no hubiera emigrado mi situación no sería muy distinta a la de aquél personaje. Hubiese sido un buen albañil, un buen mecánico. Quizás minero. O tal vez hubiese ido a la Universidad de Oviedo, pero seguramente no hubiese estudiado periodismo.

¿Chileno?
¿Y si mi abuelo se hubiese quedado en Mendoza? ¿Me pasaría la vida tomando mate y sería bueno para el fútbol? ¿Y si en vez de Chile mi abuelo hubiese elegido Venezuela como destino final? ¿O Cuba?
Soy una decisión del padre de mi padre. Soy hijo, no ya de la emigración, sino de la pobreza de España. ¿Entonces que tan chileno soy?
Mariano, mi querido amigo de la infancia, se define como chileno-llolleino y da en el clavo. El amor que él siente por ese pueblo (aunque ni siquiera es pueblo, pues pertenece administrativamente a San Antonio) es tremendo. La cara que tiene cuando lo veía bajar por avenida Providencia del brazo de su madre denotaba –y seguramente denota- una satisfacción tremenda que mi terquedad y mi crítica constante me hacían imposible sentir.
¿Dónde aparece el vínculo con Chile? ¿De donde surge o podría surgir la identidad de chileno que tengo?
Podría, sin lugar a dudas, decir que Llo-Lleo (y Santo Domingo, Cartagena, Barrancas) son mi patria y no algo tan grande y difuso que se llama Chile. Cuando la nostalgia invade mi habitación generalmente abre la puerta para recuerdos de mi niñez que son los recuerdos que realmente atesoramos (y es que los recuerdos posteriores, los de la mi época universitaria en la ciudad-Estado de Santiago, aún son y serán por mucho tiempo anécdotas). Todos esos remembranzas infantiles están relacionadas con los barrios antes descritos. No pienso en la bandera, en la cordillera, ni en la copia feliz del edén... Si en el paseo Bellamar, si en la playa de Las Rocas, si en Pelancura, si los block de Barrancas, si en el Parque DYR donde casi pierdo dos dientes tras caer de mi bicicleta, pero donde por primera vez toqué un par de tetas a mediados de los ’90 (con música de Nirvana, Pearl Jam y La Ley de fondo). Si pienso en la calle Santa Lucía, en Angámos, en el cerro del Cristo y en el sinnúmero de personas que me vieron crecer y yo vi envejecer.
Lo único claro es que Llo-lleo está en Chile. Y esa contención hace un link de difícil definición, pero que logra que me quede despierto hasta las 2 de la mañana para seguir a la gloriosa sub-20 en Canadá. Ese link y el nacionalismo que casi heredé de mi padre, resumen porque me da lo mismo si España pierde en cuartos de final, pero porque siento vergüenza y pena cuando a once borrachos le meten seis goles en la Copa América.
Todo me parece confuso. Estoy en plena búsqueda de mi identidad y espero, más temprano que tarde, encontrar esa definición, ese link que enlaza Llo-Lleo con Chile con Asturias. Algo no menor en los tiempos en que la globalización campea y devora las raíces histórica de los países imponiendo la visión de otros. O imponiendo una verdad global.


14/7/07

La historia de Simón H. y un Estado que hace agua

“-Mira, si fácil. M con la A suena MA, ¡inténtalo!”
-No, si yo no puedo. No puedo, no puedo, no puedo...”


Mi querida y buena amiga Beatriz Vega, estudiante de Trabajo Social en la Universidad Católica de Chile, fue invitada por una ONG a dar clases de reforzamiento en una comunidad Mapuche cercana a Puerto Saavedra (importante recalcar que la mentada ONG no está ligada a la Iglesia Católica de Chile).
Luego de un fin de semana conviviendo con niños de no más de 10 años, enseñándoles, viendo películas, jugando y riendo; al regresar a la ciudad-Estado de Santiago tuvo una sensación dual...
Dada a las peculiaridades de su carrera, Beatriz ya se había vacunado contra la espantosa pobreza, falta de educación y precariedad de miles y miles de chilenos. Sin embargo, y aparte de el impacto antropológico-positvo que tuvo presenciar ritos mapuches y conversar con gente de esa etnia, lo cual conmovió enormemente a mi querida amiga; la sensación de perplejidad y desazón estuvo asociada por otra circunstancia, en la cual la historia de Simón H. es paradigmática.
Simón es un niño cercano a la década de vida que no va al colegio por una razón, a esta altura bastante peregrina: su familia lo necesitaba más en la casa que en la escuela. En casa se puede trabajar, en la escuela sólo va a “aprender”, algo tan difuso y occidental que cuesta cuajar.
Se podría decir que hasta ese momento Bea, cuando se enteró del ausentismo escolar de Simón H., aún no acusaba el golpe, pues esto no es algo extraordinario en las comunidades mapuches, a pesar de que el Estado de Chile se jacte de dar cobertura educacional gratuita desde los seis hasta los dieciocho años. Pero cuando un sábado por la mañana reunió a varios niños de la comunidad y les repartió unas hojas para que escribieran su nombre, se encontró con que la mayoría ponía su nombre de pila y, cosa curiosa, sólo inicial de su apellido, como para subrayar un cierto individualismo, empero sin develar quien son realmente.
Intrigada, Bea les preguntó porque no ponían su nombre completo y, luego de largas negaciones, Simón H. le dijo que su apellido era muy difícil de escribir... Bea insistió, y le dijo que ella le enseñaría como se escrbírlo, pero a cambio sólo recibió silencios... Mi amiga nunca se enteró, por boca de esos niños, sus reales apellidos. Durante la clase Bea no sólo lidió con esa extraña circunstancia, sino que también con la frustración y tozudez de Simón H. quien no estaba del todo dispuesto a aprender. Los otros niños, por razones que ya señalaré, si iban más seguido a la escuela y las elementales clases de reforzamiento que Bea les brindó eran más bien un juego. Un juego acompañado con comida, almuerzo y merienda que la ONG se encargaba de distribuir, como un triste premio entre los niños que acudían a las improvisadas clases sabatinas.


Simón H. un
niño MAPUCHE que "desconoce" como se escribe su apellido. Resultado de años de descriminación.
(FOTO: gentileza Beatriz Vega)
Identidad
La anterior historia demuestra como la identidad del pueblo mapuche, a pesar de las intentonas de muchos para organizarse como pueblo casi autónomo de Chile; han hecho mella ante los muros de la discriminación.
La construcción de identidad en las jóvenes naciones de Latinoamérica ha sido y es algo complejo. Dada la cantidad de inmigrantes de diferentes países y de las diversas etnias indígenas que hay en Chile, ese proceso en nuestro país ha sido aún más complicado.
Debido a lo anterior, los chilenos y el Estado de Chile, como dos entes separados, deberíamos cuidar y velar que al menos la porción de compatriotas mayormente definidos, que son los Mapuches, mantengan y cuiden su identidad. Sin embargo, desde el principio de la historia de nuestro país o les hemos hecho la guerra o los hemos discriminados paulatinamente. Y lo que es peor, cuando un mapuche destaca de inmediato la prensa lo caricaturiza (Francisco Huiquipan o Rodrigo Antilef son ejemplos de esto) o directamente se habla sobre
su condición de mapuche como algo impositivo, subrayando esa condición como un impedimento para surgir (en este punto destaca la modelo esa que no recuerdo como se llama y el ex ministro Secretario General de Gobierno Francisco Huenchumilla).
Y en lo que cabe al Estado su rol es mayor. Una de las máximas del modelo neoliberal de Chile indica que donde no puede invertir el Estado, las iniciativas deben quedar en manos de la empresa privada. Eso, claro está, en toda índole económica, pero cuando la educación también es un bien transable, la ejecución de la cobertura educacional queda supeditado al amplio manto privado. Pues una cosa es garantizar la educación y otra es hacerla efectiva.
Discriminación positiva
Los niños mapuches que si van los colegios son empujado por la loable (pero a la vez siniestra) presencia de la Iglesia Evangélica en la Región de la Araucanía. La idea de esta religión es evitar que los mapuches pierdan tierras debido a la ignorancia que en años pasados les llevó a vender malamente sus campos (intención no sólo de esta Iglesia). Entre medio deben adherirse a las creencias que procesa esta iglesia y de paso dejar a tras todos los milenarios ritos araucanos que sin vergüenza son catalogados de diabólicos por los “misioneros” evangélicos, como un reportaje del programa Contacto publicó. Es vital que la educación no vaya de la mano con la perdida de identidad.
Ante esto, la labor del Estado no debe ser sólo garantizar y hacer efectiva la educación a las mapuches y a los chilenos pertenecientes a otras etnias autóctonas; sino también ejercer una discriminación positiva tal como en los años ‘60 y ’70 se hizo en EE.UU., con lo cual se
aplacaron los veleidosos ánimos de los movimientos raciales reivindicativos que sacudían los cimientos de la American Way Life (discriminación positiva que le permitió, entre otros, a Condolezza Rice estudiar en la Universidad, no sé cual, pero en fin...).
Si bien la idea de la paridad femenina-masculina no deja de ser interesante; garantizar por ley un número de cupos para mapuches en los cargos públicos, por ejemplo, es quizás más importante ya no para la convivencia en la sociedad chilena, sino en el mantenimiento del Estado en si...
Todos esos Simón H. llevan marcado en la frente un futuro coartado por la segregación, las miradas en menos, la ignorancia y la frustración. Un cóctel de sentimientos que pueden explotar...
Lo más triste es que en la ciudad-Estado de Santiago no se van a enterar de esto hasta que un desubicado de la Arcis o de la Facultad de filosofía de la Chile, se calce un pasamontañas, se ponga un par de relojes en sus muñecas y decrete la creación del Estado Mapuche. Con eso recién nos vamos a preocupar, porque a la hora de tomar medidas tendríamos que esperar a que ese desubicado inicie una larga marcha que termine en la Plaza Italia, con disturbios y alboroto incluido. Y es que sólo reaccionamos cuando la ciudad-Estado es invadida...
Quizás me quedo corto. La reacción sólo llegará cuando la editorial de The Economist, en tono preocupado y nostálgico, hable de la antigua democracia modelo que era Chile.

9/7/07

El recuerdo y Gibraltar...

Alentado por las felicitaciones de alguien que sabe, y por el artículo escrito por Eduardo Mendoza en la edición de El País de hoy, quién describe Polonia con una óptica colindante a la mia; me lanzo a escribir mis apreciaciones sobre Gibraltar. El peñón.
Aunque la historia da para escribir largo sobre la estratégica ciudad del Reino Unido, única porción colonial en Europa, único enclave con una estatus ad-doc en la Unión Europea, me decantaré por una narración más personal sobre la misma, ya que va aparejado con un pequeño homenaje a uno de mis héroes infantiles: James Bond...
La primera vez que vi Gibraltar fue en el verano de 1993 cuando mi padre alquiló "Su Nombre es Peligroso" (Alta Tensión en España), primera película de Timoty Dalton como Bond. No se me ocurre por qué, pero los productores del filme decidieron que la primera imagen de Dalton como 007 sería escalando el peñón en un ejercicio militar del MI6. No es una película mala, lo que se contrapone con el bodrio que fue "Licencia para Matar" que casi acaba con la zaga del inglés.
Ya me había pasado antes con Venecia y con Trieste (lamento no haber ido a la estación de trenes de esa ciudad, como mi padre me recomendó y a la cual él sí acudió en 1974) Ciudades que si bien tienen un cariz histórico-cultural enorme, su germen en mi inconsciente está unido a una secuencia del espía occidental huyendo de la diabólica KGB o sentenciando la seducción de una perdida chica con un beso lánguido y música de fondo, buena música por lo general. (Matt Monroe en el caso de "Desde Rusia con amor", quizás la mejor película de todas y la mejor canción también, cuyo final es en una góndola veneciana, con una mano que lanza al mar una sospechosa cinta).
Cuando ese verano de 1993 vi la película y vi Gilbraltar de inmediato quise saber algo más sobre esa ciudad que no me cuadraba... era de Inglaterra, pero estaba en España, había monos, pero estaba en Europa, la gente vivía sólo en el peñón, como en los cerros de San Antonio, o había un plano y/0 un puerto... Obviamente todas mis dudas fueron reprimidas hasta el final de la película, cuando por fin pude preguntarle a mi padre sobre el tema en cuestión y éste me dio una explicación que no recuerdo, pero que me dejó tranquilo (eso no lo recuerdo, pero lo supongo, pues nunca más investigué sobre el tema hasta hace unos meses). De todos modos lo que si está en mi memoria es la siguiente frase que pronunció mi padre en tono sentencioso: “Para un español que le digan “conchadesumadre” (léase hijo de puta) no es importante, lo que les duele es que les digan hijos de la Gran Bretaña”... Con eso me resumía muchas cosas que luego entendí, o entiendo ahora que estoy en España y presencio la ensalada de líos territoriales, no son tan graves.


FRONTERA
En definitiva entré a Gibraltar con emoción, con la emoción del recuerdo cautivo de un verano del hemisferio sur de la década de los ’90 (con música de Pearl Jam y Nirvana de fondo) cuando tenía esa edad que aún se le cree todo tus padres. Y la ciudad no defraudó. Ni el momento ni el recuerdo.
Tuve suerte. Era sábado y la comunidad judía de la ciudad salía de la sinagoga. Pescadores ingleses atestaban los bares, los turistas españoles los estancos y los hindúes las cafeterías. A eso se sumaban varios marroquíes y, luego me enteré, pues no vi ninguno, una numerosa colonia de marinos genoveses que viven en la parte sur del istmo. En resumen una ciudad cosmopolita. Pero cosmopolita con raigambre histórica y no artificial. (Madrid, por ejemplo, es cosmopolita artificialmente, pues la variopinta comunidad extranjera viaja a la capital del reino de España por un tema más económico y esa variedad de nacionalidades es nueva, no como Gibraltar o como Belgrado, que, por ejemplo, cobija una importante comunidad católica, judía, ortodoxa y, a pesar de todo, musulmana).
Otro cuento son las cabinas telefónicas rojas, la bandera de la Unión Jack, las pagos con libras esterlinas y las señalizaciones en inglés. Todo eso con un calor exuberante y con los paisanos hablando en “andalú”...

"Tarifa... de fondo, y con esfuerzo, se puede ver
áfrica"

Pero ese día, que en rigor empezó en Torremolinos, continuó por el sur de España. Primero en la “hipposa” Tarifa, el último rincón de Europa y desde donde se ve África, y luego en Cádiz, la antigua Gades... Donde zarpó Colón en su segundo viaje, donde entró Aníbal a Europa, donde Julio Cesar se ganó a los ejércitos de Hispania para su causa...
Mención aparte para mi querido amigo Javi, él único que me deja mensajes en el BLOG, y quien se interesa por saber que tiene de especial y diferente Cádiz, Gibraltar, Tarifa, Ronda, Torremolinos... Si lo antes descrito no aclara su duda, huelga decir que es importante la compañía... No hay nada mejor que la soledad y mejor aún cuando la soledad conduce el coche...

5/7/07

Puente Genil, pero Polonia

Lo que más me sorprendió de Puente Genil fue una noticia que vi en el telediario. En Madrid también me hubiera sorprendido, pero el calor y la soledad de la habitación del hotel Xenil donde me alojé, hicieron de la sorpresa un instante elástico, que se estiró y extendió por el techo del pulcro habitáculo y no se cortó hasta ya entrada la noche, pues en el bar donde cené la noticia me acompañó (de hecho fue mientras saboreaba una ensaladilla con un pincho de pollo cuando empecé a escribir esta idea)...

"Los hermanos gemelos Lech y Jaroslaw Kaczynski. Cefalea permanente de Alemania y la UE. Incordio del mundo gay, pero dos políticos de nivel"





Y la idea no es más que una afirmación: Polonia está de moda...
Para bien o para mal, para mal o para bien, porque si algo tiene la Polonia de los integristas gemelos Kaczynski es que lo que para unos es ocio o libertad, para otros es vergüenza o libertinaje, y viceversa. Blanco o negro, rojo o blanco, amigos o enemigos y todos los lugares comunes que puede parir una dicotomía, incluida la peor: moralidad versus amoralidad.
El tema surge por el piloto polaco Robert Kubica, que al parecer es un ferviente católico (o nacionalista polaco, que no es lo mismo, pero le anda rondando). Aunque por desconocimiento del currículum extradeportivo del corredor, no sé en que parte de los extremos está, aunque tenemos un gran indicio... Kubica corre a 250 km/hora con una enseña del ex Papa Juan Pablo II en su casco. Eso fue suficiente para que el Vaticano abriera un investigación para averiguar si la milagrosa salvada que el piloto tuvo el 10 de junio en el circuito de Canadá, tras chocar espectacularmente fue precisamente eso: un milagro.
Se supone que el dios ese al que alaban los católicos está en todos partes y ¿por qué no? en un montón de asfalto y motores esparcidos en un orden mecánico. Pero en la Polonia de hoy; esa que quiere prohibir la homosexualidad, esa que le quería abrir un expediente al sospechoso Tinky Wynky (o como se escriba), esa que quiere declarar a Jesucristo Rey de Polonia, esa que investiga a todos los nacidos antes de 1972 por su posible afiliación al Partido Comunista en la dictadura de Jarulesky, esa que enarbola banderas ridículas para molestar a los grandes de Europa; esa Polonia caricaturesca sólo da risa, cuando no miedo, por lo que lo de Kubica no deja de ser otra historieta mitológica más allende el Order, aunque en este caso la iniciativa venga de Roma. Y seguramente, tal como muchas de los antecedentes antes nombrado finalmente quede en nada.



HISTORIA
Detrás de todo lo anterior hay un denominador común que es importante recalcar. Sólo hace 17 años que Polonia es un país más o menos libre, no sólo democrático, sino sacudido de influencias de una potencia extranjera (o dos), por lo que cada reacción de Varsovia debe mirarse no tan sólo con la perplejidad que de por sí generan Lech y Jaroslaw, sino con la seguridad de que las heridas de la II Guerra Mundial están muy lejos de supurar en una Europa posbélica.
Polonia, como nunca en su historia, puede faltarle el respeto a Rusia y a Alemania sin el miedo a un represaría catastrófica. Por eso no duda en pasar la cuenta del martirio que el país de báltico sufrió casi toda su existencia. Por eso reclama por las victimas de la II Guerra, que según Jaroslaw, redundarían en la población polaca y por tanto en el peso del país en la UE. Por eso veta las negociaciones que la UE mantiene con Moscú en lo que se refiere a las salvaguardas del trigo y los temas energéticos que tanto Berlín como Moscú quisieran tratar libremente, sin que entre ellos existiera eso... Polonia (aunque para los rusos sigue y será siendo un tapón para las “ambiciones” germanas).
Además ir en contra la corriente de una Europa cada vez más –por fin- laica esconde una inmadura reafirmación de la Idea de ser un Estado, de ser una Nación. Polonia se ha trasformado en el baluarte del intregismo católico no por un tema de defensa moral, que también, sino como una forma de reafirmarmiento de su existencia.
Por fin Polonia saborea el “ser” y lo hace sin pudor.
Quizás es una exageración, considerando la importancia política que tuvo el sindicato Solidaridad; pero creo que desde el 1 de septiembre de 1939, y por otras circunstancias, Polonia no daba tantos dolores de cabezas. Ni Boniek, ni Lato, ni Kapusinky, ni el matrimonio Curie. Son los gemelos los que han puesto en órbita a Polonia. Con armas horribles sin lugar a dudas, pero con el objetivo bien claro y lográndolo, hasta el momento... Me atrevo a decir que de todos los países del ex bloque comunista, el que mejor aspecto tiene para trasformarse en un Estado viable es Polonia y aunque esos hermanos pasen a la historia como un par de bufones, su labor estaría hecha.
¿Y de Puente Genil qué?Aparte del calor no muchos más. Otra vez me aventuré llegar a un pueblo perdido de la España profunda (antes fue Don Benito) a la hora de la siesta y con el sol sobre mi cabeza. El resultado de esa combinación es desastroso y por más que la gente sea amable con el viajero, la sensación de entrada que da el pueblo es nefasta. No pasó lo mismo en Ronda, no pasó lo mismo en Torremolinos, no pasó lo mismo en Cádiz, no pasó lo mismo en Gibraltar, pero es otra historia y por razones muy distintas.




PS: Me da lata hacer links, así que si hay algún dato que no se entienda o no se conosca, recurra a la web. Gracias.