Impulsivamente vi el libro encima de la manta y pregunté el precio. Lo hojeé para ver si la falsa edición estaba en condiciones de ser leída y manoseada y, considerando el precio, lo compré. Era un libro pirata de esos que se venden en las calles.
Una transacción ilegal en pleno centro de Santiago que narra sucesos ilegales en Nápoles. Pero claro, detrás de la mujer que me vendió el libro hay, seguramente, una organización ilícita, no así en la historia de Gomorra de Roberto Saviano (en la foto), un éxito en Europa que hace un mes llegó a las librerías chilenas y hace 32 días ya se vende en las calles…
“Me ha sorprendido la cantidad de jóvenes de su edad que se han llevado el libro”, me comentó la mujer que me lo vendió, como si fuera yo un cliente de siempre que acude reiteradamente a su metafórico local ubicado en una cuneta. (No siempre compro libros piratas y no creo que, en su negocio itinerante, la vuelva a ver).
Y es que la historia de Gomorra más que ilícita es criminal. Más que criminal es un sistema. Más que un sistema es una identidad y de eso nos habla el libro de Saviano, de la identidad de un pueblo marcado por el subdesarrollo, la influencia española, las vendettas y una manera de estructurarse en rincones donde el Estado llegó hace poco o no llegó.
Entre medio muertes, asesinatos, cuerpos quemados en ácidos, yonquies que para revivir son orinados en la cara, niños de 11 años que sueñas con ganar dinero y morir jóvenes… Y, además, detalles de la estructura de la mafia napolitana, la Camorra: quienes son los jefes, los apodos de estos, las formas que se distribuye la droga, las competencias en el puerto de Nápoles, las inversiones de los clanes en las capitales de Europa, el negocio de las ropas de marca… Detalles que le han significado a Saviano vivir en constante peligro, con cuatro policías escoltándolo constantemente y sin el saludo de sus antiguos amigos que deducen que la cercanía con un proscrito les puede acarrear un tiro en el corazón, puesto que en Nápoles, a diferencia, por ejemplo, que en el norte de España el tiro no es en la nuca, sino de frente.
Saviano nos cuenta, al igual que la película Tropa de Elite, que detrás del minuto y medio y de la media página en los periódicos, hay situaciones ya no continuas sino perpetuas y que el statu quo es más sólido que las buenas intenciones de pocos. Después del macrojuicio del Juez Amato, la mafia pareció, por primera vez, derrotada o denostada e incluso sobrepasada por nuevas fuerzas delictivas provenientes del Este de Europa.
Pero, y en eso el libro es la mejor muestra, la mafia está ahí, enquistada en los sueños de los niños, en el trabajo de los pobres, en las relaciones sociales. Impregnada e ir contra eso es casi faltarle el respeto a la tradición. ¿Cómo modificar esto? No lo sé y Saviano tampoco.
Una transacción ilegal en pleno centro de Santiago que narra sucesos ilegales en Nápoles. Pero claro, detrás de la mujer que me vendió el libro hay, seguramente, una organización ilícita, no así en la historia de Gomorra de Roberto Saviano (en la foto), un éxito en Europa que hace un mes llegó a las librerías chilenas y hace 32 días ya se vende en las calles…
“Me ha sorprendido la cantidad de jóvenes de su edad que se han llevado el libro”, me comentó la mujer que me lo vendió, como si fuera yo un cliente de siempre que acude reiteradamente a su metafórico local ubicado en una cuneta. (No siempre compro libros piratas y no creo que, en su negocio itinerante, la vuelva a ver).
Y es que la historia de Gomorra más que ilícita es criminal. Más que criminal es un sistema. Más que un sistema es una identidad y de eso nos habla el libro de Saviano, de la identidad de un pueblo marcado por el subdesarrollo, la influencia española, las vendettas y una manera de estructurarse en rincones donde el Estado llegó hace poco o no llegó.
Entre medio muertes, asesinatos, cuerpos quemados en ácidos, yonquies que para revivir son orinados en la cara, niños de 11 años que sueñas con ganar dinero y morir jóvenes… Y, además, detalles de la estructura de la mafia napolitana, la Camorra: quienes son los jefes, los apodos de estos, las formas que se distribuye la droga, las competencias en el puerto de Nápoles, las inversiones de los clanes en las capitales de Europa, el negocio de las ropas de marca… Detalles que le han significado a Saviano vivir en constante peligro, con cuatro policías escoltándolo constantemente y sin el saludo de sus antiguos amigos que deducen que la cercanía con un proscrito les puede acarrear un tiro en el corazón, puesto que en Nápoles, a diferencia, por ejemplo, que en el norte de España el tiro no es en la nuca, sino de frente.
Saviano nos cuenta, al igual que la película Tropa de Elite, que detrás del minuto y medio y de la media página en los periódicos, hay situaciones ya no continuas sino perpetuas y que el statu quo es más sólido que las buenas intenciones de pocos. Después del macrojuicio del Juez Amato, la mafia pareció, por primera vez, derrotada o denostada e incluso sobrepasada por nuevas fuerzas delictivas provenientes del Este de Europa.
Pero, y en eso el libro es la mejor muestra, la mafia está ahí, enquistada en los sueños de los niños, en el trabajo de los pobres, en las relaciones sociales. Impregnada e ir contra eso es casi faltarle el respeto a la tradición. ¿Cómo modificar esto? No lo sé y Saviano tampoco.
Medios
Ahora nuevamente es mediático lo que sucede alrededor del Vesubio.
Aunque la narración de Saviano a veces parece más una catarsis personal, como una disculpa a sí mismo por haber nacido donde nació, es también una guía de cómo escala un conflicto. En el capítulo sobre la guerra de Secondigliano (entre el clan Di Lauro y “Los españoles”), hay un momento donde se narra la llegada de la prensa, de cómo los periodistas de los grandes medios europeos arribaron en busca de muertes y destrucción como si de la Ex Yugoslavia se tratara, olvidando el trasfondo del asunto, aunque, y eso Saviano lo subraya, el escenario era propicio para cualquier estudiante en prácticas o becario: estar ahí un par de días, en plena guerra de Secondigliano, garantizaba al menos una muerte. Sin embargo, cuando las balas dejaron de dispararse la prensa desapareció y la que por error quedó buscó otras historias, como el despertar de un niño que estuvo un año en coma, hecho que nada tenía que ver con la guerra, pero que marcó el fin de la cobertura mediática… Se acabo la guerra, pero el conflicto continuó.
A diferencia de Tropa de Elite, donde la línea de los buenos y malos es tenue, acá, más allá de los códigos y la pirotécnica de la mafia, la lectura de Gomorra nos muestra dos formas de informar. Una, la rápida, la de los grandes y ampulosos medios sin rostro, y otra, la secreta, la del observante, la del que se mete tanto en los sucesos que termina siendo parte de ellos. Esto lo encarna Roberto Saviano que más allá del valor literario o periodístico de su reportaje-río, o más allá de su talento para la narración, ahora vive como si fuera un líder de un clan, sin poder salir a la calle, con rutas restringidas, pero sin el dinero de estos.
Ahora nuevamente es mediático lo que sucede alrededor del Vesubio.
Aunque la narración de Saviano a veces parece más una catarsis personal, como una disculpa a sí mismo por haber nacido donde nació, es también una guía de cómo escala un conflicto. En el capítulo sobre la guerra de Secondigliano (entre el clan Di Lauro y “Los españoles”), hay un momento donde se narra la llegada de la prensa, de cómo los periodistas de los grandes medios europeos arribaron en busca de muertes y destrucción como si de la Ex Yugoslavia se tratara, olvidando el trasfondo del asunto, aunque, y eso Saviano lo subraya, el escenario era propicio para cualquier estudiante en prácticas o becario: estar ahí un par de días, en plena guerra de Secondigliano, garantizaba al menos una muerte. Sin embargo, cuando las balas dejaron de dispararse la prensa desapareció y la que por error quedó buscó otras historias, como el despertar de un niño que estuvo un año en coma, hecho que nada tenía que ver con la guerra, pero que marcó el fin de la cobertura mediática… Se acabo la guerra, pero el conflicto continuó.
A diferencia de Tropa de Elite, donde la línea de los buenos y malos es tenue, acá, más allá de los códigos y la pirotécnica de la mafia, la lectura de Gomorra nos muestra dos formas de informar. Una, la rápida, la de los grandes y ampulosos medios sin rostro, y otra, la secreta, la del observante, la del que se mete tanto en los sucesos que termina siendo parte de ellos. Esto lo encarna Roberto Saviano que más allá del valor literario o periodístico de su reportaje-río, o más allá de su talento para la narración, ahora vive como si fuera un líder de un clan, sin poder salir a la calle, con rutas restringidas, pero sin el dinero de estos.