Ejemplo: Cuando recién superaba el lustro de vida habían dos Alemanias, pero ¿Cómo distinguirlas sin saber que era el capitalismo o el comunismo? Ni Guerra Fría, ni II Guerra Mundial, ni muro de Berlín… Sencillo: la Alemania Occidental (RFA) era la buena, pues había ganado dos mundiales de fútbol y tenía a varios de los mejores jugadores de Europa, y la Alemania Oriental (RDA) era escuetamente la mala, ya que tenía escasa figuración futbolera en el orbe. Seguramente aquella dicotomía estaba fehacientemente influida por el contexto chileno, pues esa era la visión “oficial” que se tenía de la Germania dividida. La RDA, receptora de innumerables exiliados chilenos, era enemiga del Régimen de Pinochet.
Dicho lo anterior, cabe subrayar que a los JJ.OO. de Seúl 1988 –desarrollados cuando tenía seis años- no los seguí con la intensidad que hubiera deseado debido, quizás, por la hora de las transmisiones (madrugada). Sólo poseo recuerdos de algunas postales de aquella cita, pero no retengo en mi memoria visual la plata de Alfonso De Iruarrizaga en tiro al vuelo, por ejemplo.
Es por esto que aquella simple comparación de las alemanias antes descrita no se vio modificada por la cantidad de oros que la RDA consiguió en Seúl (37), bastantes más que los 7 que obtuvo la RFA. Si me hubiera enterado de eso en aquel momento se hubiera producido una entropía más allá del deporte que los años no habrían sanado. “¿Deportivamente la buena es la mala, es mala y mala para el fútbol? ¿Y la buena resulta que no es tan buena, pero es la buena en fútbol y en lo demás?”. La caída del muro un año después impidió que en Barcelona ’92 aquel postergado debate mental se hubiera producido.
Los casos
Se pensaba que una vez unida Alemania sería potencia en todo orden de cosas y más aún en deportes. Si bien en términos económicos lo es –a pesar que las modificaciones en las estructuras económicas de la RDA hayan llevado a la pobreza capitalista a miles de habitantes de la zona del Este- y aunque las instituciones del Siglo XXI imposibiliten un desarrollo militar de envergadura para la antigua Prusia; en lo estrictamente deportivo Alemania no ha dado el gran salto que se presuponía.
En Seúl, Alemania hubiera ganado 44 medallas de oro, en Barcelona, ya unida, sólo consiguió 33. En Atlanta no llegó a los 20 y en Sydney y Atenas el número fue bastante menor: 14.
Muy por el contrario, una vez caído el muro y deshilachadas las vendas de la prensa comunista (o cambiadas por unas más pequeñas, pero igualmente entorpecedoras), estallaron los innumerables casos de dopajes en deportistas orientales, lo que demostró que casi la mitad de los logros de la RDA era frutos de los anabólicos u otras drogas.
Hubo situaciones que han llegado a ser tristemente patéticas, como el caso de Heidi Krüger (en la foto), ahora Andreas Kruger. Quien fuese una de las mejores lanzadoras de bala y disco en la Europa de los ’80, y dos veces campeona continental juvenil, ha tenido que someterse a operaciones para cambiarse de sexo ¿La razón? La cantidad de hormonas masculinas que su entrenador le suministró para lograr un progreso físico inigualable. Andreas demandó a su ex entrenador el año pasado.
Se sitúa en un número cercano a 10 mil los atletas que recibieron algún tipo de dopaje, siendo el Oral Turinabol –hormona para el crecimiento producida por la empresa farmacéutica Jenapharm en Dresden- uno de los más usados y controvertidos. Y es que hay otros casos: la nadadora Christiane Knacke-Sommer, tiró su medalla de bronce en los JJ.OO. de Moscú en medio del juicio por dopaje a doctores de la RDA. “Los médicos han destrozado mi cuerpo y mi mente”, gritaba mientras su presea iba a dar al suelo. Rica Reinisch, tricampeona olímpica de natación, tuvo que operarse de varios tumores en los ovarios a causa de la testosterona, mientras otras quedaron infértiles. Hubo levantadoras de peso a quienes les amputaron sus pechos y mujeres a quienes se les provocaba embarazos –y luego abortos- para aprovechar las primeras semanas de gestación, cuando el rendimiento físico aumenta.
¿Qué se buscaba con todo esto?
Alemania del Este llegó a situarse como la décima potencia industrial a principios de los ’70. La crisis del petróleo de esa década menoscabó ese logro y la única economía socialista con una industria propia y desarrollada comenzó a decaer. Cabe destacar que sólo en 1968 la otra Alemania reconoció la existencia de RDA gracias a las oestpolitik del canciller federal Willy Brand… Todo esto empujó a un carrera fundamental para demostrar –y demostrarse- cual de los dos modelos de alemanias era mejor. El mismo esquema entre URSS y EE.UU. llevado a cabo en límites identitarios e íntimos.
Alemania del Este lo estaba logrando en el apartado deportivo. Parecía ser la vía mientras su economía desaparecía, la Stasi campeaba por Berlín y los ciudadanos intentaban cruzar desesperados el Muro; más la unificación permitió saber la verdad, verdad que en EE.UU. se investigó sólo 10 años después.
Y es que éste análisis va más encaminado en apuntar lo costoso que ha sido para Alemania volver a tener un equipo olímpico de envergadura y al sistemático empleo del doping para lograr objetivos nacionales, ya que si nos ponemos a rebuscar entre los atletas de los ’80 quizás sólo encontremos trampas.
Aún hay cinco récords mundiales vigentes logrados en los '80 por atletas de la RDA:
Ulf Timmermann en lanzamiento de la bala masculino (22,47), Ilona Slupianek en lanzamiento de la bala femenino (22,41), Martina Hellmann en lanzamiento del disco femenino (72,30), el equipo de relevos femenino de 4 x 400 (foto) y Heide Friedrich en los 200 metros libres de natación.