Hoy, en minutos más, se realizará el debate presidencial entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy Brey. Se suponía que lo vería con Edu, en su casa, trabándonos en un debate sobre el debate, a la par de un Cuba Libre (¿?), pero el repentino paro de los chóferes de autobuses en Madrid minó tal posibilidad y acá estoy… escribiendo una nueva idea desde el sofá de mi casa, esperando el mentado debate para verificar si el enfrentamiento dialéctico entre dos políticos españoles de escaso nivel podrá aportar una luz certera y cegadora de quien formará Gobierno en España el próximo cuartenio; algo improbable de saber en los tiempos actuales, donde los gestos están demasiado medidos, comedidos, pensados, extraviando la inteligencia emocional.
Sin embargo, y como suele ocurrir en este BLOG, no hablaré sobre el tema con el cual abro.
Ha pasado una semana ya desde que Kosovo declaró su independencia unilateral y, ya sea por la renuncia de Castro o por otra novedad mundial, la noticia se desinfló el martes, tomo aire nuevamente con el incendio de la embajada de Estados Unidos en Belgrado y ha vuelto a apagarse…
Sin embargo, y como suele ocurrir en este BLOG, no hablaré sobre el tema con el cual abro.
Ha pasado una semana ya desde que Kosovo declaró su independencia unilateral y, ya sea por la renuncia de Castro o por otra novedad mundial, la noticia se desinfló el martes, tomo aire nuevamente con el incendio de la embajada de Estados Unidos en Belgrado y ha vuelto a apagarse…
UNA CONTRADICCIÓN
El resquemor y el odio está ahí. En los verdes bosques de Serbia, en las calles de Beograd, ciudad que tuve la suerte de conocer y que reúne entre sus adoquines y derruidos edificios templos para variados dioses; símbolo de una tolerancia que, por ejemplo acá en España, por diversas ramificaciones de la historia, se suprimió por el 1500 de nuestra era por orden y gracia de la Santa Inquisición.
Quizás los pocos que lean este BLOG encontrarán una gran contradicción en este escrito, comparado con otros o con otras posturas que antes he plasmado. Sí, debe resultar extraño que aplauda la identidad y ahora me declaré totalmente filo-serbio en este juego diplomático que ha surgido desde la llamada Trampa Balcánica.
Continuo apelando a la identidad como manera de evitar el arrollo de la globalización.
Pero no hoy, febrero del 2008.
Hoy no es la víctima Kosovo y su declaración unilateral de independencia no me produce ningún regocijo.
Tampoco lo es Serbia, pero ningún país surgido tras la caída del muro ha tenido un trato tan amargo como el que Europa (y EE.UU.) le ha brindado a la patria de Milroad Pavic. Es reconocible que la imagen de Milosevic minó la posibilidad de que Serbia sea vista con otros ojos, pero vale subrayar que la prepotencia, el nacionalismo y las limpiezas éticas no sólo fueron perpetradas por ortodoxos: croatas no sólo mataron inocentes bosnio y serbios, sino que dejaron que aldeas de mayoría croata fueran arrasadas para conmover a la opinión publica, como ocurrió en la ofensiva del Ejercito Federal Yugoslavo en la zona de Eslavonia en 1991. Franco Tujman, el líder croata intimo amigo de Andrónico Luksic, contó siempre con la veía de Alemania -histórico aliado de los croatas- y del Vaticano. Murió antes de que La Haya se percatara de que la limpieza étnica en la EX-Y era una política de Estado -o de aspirantes de estados- y que tirase la bengala de la justicia supranacional. Justicia que llevó al banquillo a Milosevic.
Bosnia tres cuartos de lo mismo. Alija Inztbegovic, líder musulmán de la mayoría musulmana de Bosnia también jugó la baza del victimismo mientras los muyahidines se contaban por montones en las orillas del Drina arrasando si piedad a las pandillas y grupo paramilitares de la República de Sparksa, como las Avispas Amarillas o los Tigres de Arkan, grupillos de la pero calaña. Eso que no se dude.
En fin…
Los bombardeos de marzo de 1999 le dieron a Serbia el rótulo de enemigo de occidente. La patente aún le pesa. Europa desprecia a Serbia y estos se encierran en un nacionalismo cada vez más peligroso. Artículos de periodistas europeos, como el de Ramón Lobo en El País del día 18 de febrero, nada ayudan cuando estos se burlan del misticismo que el nacionalismo serbio le otorga a la derrota que el príncipe Lazard sufrió en los Campos de Mirlos en 1289 a manos de los jenízaros otomanos. Esa derrota, en el actual territorio kosovar, encierra el espíritu nacional de una patria eslava, pero ortodoxa. Similar situación molestaría a muchos si se declarase independiente la comuna de Maipú con Templo Votivo y todo… O Despeñaperros. O Navas de Toloza…
Y Lobo tacha ese espíritu de infantil
El resquemor y el odio está ahí. En los verdes bosques de Serbia, en las calles de Beograd, ciudad que tuve la suerte de conocer y que reúne entre sus adoquines y derruidos edificios templos para variados dioses; símbolo de una tolerancia que, por ejemplo acá en España, por diversas ramificaciones de la historia, se suprimió por el 1500 de nuestra era por orden y gracia de la Santa Inquisición.
Quizás los pocos que lean este BLOG encontrarán una gran contradicción en este escrito, comparado con otros o con otras posturas que antes he plasmado. Sí, debe resultar extraño que aplauda la identidad y ahora me declaré totalmente filo-serbio en este juego diplomático que ha surgido desde la llamada Trampa Balcánica.
Continuo apelando a la identidad como manera de evitar el arrollo de la globalización.
Pero no hoy, febrero del 2008.
Hoy no es la víctima Kosovo y su declaración unilateral de independencia no me produce ningún regocijo.
Tampoco lo es Serbia, pero ningún país surgido tras la caída del muro ha tenido un trato tan amargo como el que Europa (y EE.UU.) le ha brindado a la patria de Milroad Pavic. Es reconocible que la imagen de Milosevic minó la posibilidad de que Serbia sea vista con otros ojos, pero vale subrayar que la prepotencia, el nacionalismo y las limpiezas éticas no sólo fueron perpetradas por ortodoxos: croatas no sólo mataron inocentes bosnio y serbios, sino que dejaron que aldeas de mayoría croata fueran arrasadas para conmover a la opinión publica, como ocurrió en la ofensiva del Ejercito Federal Yugoslavo en la zona de Eslavonia en 1991. Franco Tujman, el líder croata intimo amigo de Andrónico Luksic, contó siempre con la veía de Alemania -histórico aliado de los croatas- y del Vaticano. Murió antes de que La Haya se percatara de que la limpieza étnica en la EX-Y era una política de Estado -o de aspirantes de estados- y que tirase la bengala de la justicia supranacional. Justicia que llevó al banquillo a Milosevic.
Bosnia tres cuartos de lo mismo. Alija Inztbegovic, líder musulmán de la mayoría musulmana de Bosnia también jugó la baza del victimismo mientras los muyahidines se contaban por montones en las orillas del Drina arrasando si piedad a las pandillas y grupo paramilitares de la República de Sparksa, como las Avispas Amarillas o los Tigres de Arkan, grupillos de la pero calaña. Eso que no se dude.
En fin…
Los bombardeos de marzo de 1999 le dieron a Serbia el rótulo de enemigo de occidente. La patente aún le pesa. Europa desprecia a Serbia y estos se encierran en un nacionalismo cada vez más peligroso. Artículos de periodistas europeos, como el de Ramón Lobo en El País del día 18 de febrero, nada ayudan cuando estos se burlan del misticismo que el nacionalismo serbio le otorga a la derrota que el príncipe Lazard sufrió en los Campos de Mirlos en 1289 a manos de los jenízaros otomanos. Esa derrota, en el actual territorio kosovar, encierra el espíritu nacional de una patria eslava, pero ortodoxa. Similar situación molestaría a muchos si se declarase independiente la comuna de Maipú con Templo Votivo y todo… O Despeñaperros. O Navas de Toloza…
Y Lobo tacha ese espíritu de infantil
MI EXPERIENCIA
En julio de 2005 fui a Serbia con un grupo de españoles. La ciudad aún tenía huellas de los bombardeos que la OTAN lanzó el ‘99. Edificios a medio caer, chimeneas de industrias destruidas del todo y afiches con la cara de Milosevic adornando algunas ventanas.
Era verano, hacía calor y nos perdimos por las calles de la ciudad sin rumbo fijo. Me retrasé un poco del grupo y me metí en una perdida librería en un barrio cercano al río Drina. Lo llevaba un hombre algo mayor, de 65 ó 70 años que apenas me miró cuando entré. El ambiente era encantador aún cuando todos los textos estaban en serbios y por tanto impresos con el alfabeto cirílico, (pude detectar, eso si, una colección de Bukovsky en un escaparate bien posicionado foto). Había olor a té, un gato gris detrás de un ventilador y montones de libros que dejaban el espacio vital del señor reducido a una escueta silla.
Decidí, apenas entré, que algo me llevaría de ese lugar, mi souvenir personal y no convencional. La oferta se reducía debido al idioma, pero sin mucho esfuerzo di con un mapa de Kosovo, impreso por serbios, con evidentes tintes propagandísticos que acusaban a los kosovares de perpetrar una limpieza étnica durante siglos sin que nadie le importara demasiado. El precio estaba situado en una etiqueta: 35 dinares. Le pagué con un billete de 50 y una voz lejana me conminó a apurar el paso, el resto de expedición ya llevaba varias manzanas recorridas…
“Is ok” exclamé y me aventuré a salir del local con mi mapa, pero sin el vuelto. “No” dijo el hombre secamente, y si bien no podría interpretar los pensamientos del aquel librero, que seguramente nunca más veré, que quizás ya murió, que por sus azules ojos vieron historias, revueltas, guerras, muertes y odios que yo nunca vislumbraré; puedo asegurar que su dignidad estaba en juego. Se paró y con movimientos lentos y poco ágiles abrió la vetusta caja registradora y me alcanzó el dinero sobrante. Todo con un desplante lleno amabilidad, con una lentitud nada exasperante: podría haber contemplado esa escena durante minutos y no me hubiera aburrido. El serbio me miró, sonrió, me dijo algo en su lengua. Luego me agitó la mano… Desde ese instante Serbia se caló en mi corazón de elemental viajero.