26/2/08

Un respeto para Serbia

Hoy, en minutos más, se realizará el debate presidencial entre José Luís Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy Brey. Se suponía que lo vería con Edu, en su casa, trabándonos en un debate sobre el debate, a la par de un Cuba Libre (¿?), pero el repentino paro de los chóferes de autobuses en Madrid minó tal posibilidad y acá estoy… escribiendo una nueva idea desde el sofá de mi casa, esperando el mentado debate para verificar si el enfrentamiento dialéctico entre dos políticos españoles de escaso nivel podrá aportar una luz certera y cegadora de quien formará Gobierno en España el próximo cuartenio; algo improbable de saber en los tiempos actuales, donde los gestos están demasiado medidos, comedidos, pensados, extraviando la inteligencia emocional.
Sin embargo, y como suele ocurrir en este BLOG, no hablaré sobre el tema con el cual abro.
Ha pasado una semana ya desde que Kosovo declaró su independencia unilateral y, ya sea por la renuncia de Castro o por otra novedad mundial, la noticia se desinfló el martes, tomo aire nuevamente con el incendio de la embajada de Estados Unidos en Belgrado y ha vuelto a apagarse…
UNA CONTRADICCIÓN
El resquemor y el odio está ahí. En los verdes bosques de Serbia, en las calles de Beograd, ciudad que tuve la suerte de conocer y que reúne entre sus adoquines y derruidos edificios templos para variados dioses; símbolo de una tolerancia que, por ejemplo acá en España, por diversas ramificaciones de la historia, se suprimió por el 1500 de nuestra era por orden y gracia de la Santa Inquisición.
Quizás los pocos que lean este BLOG encontrarán una gran contradicción en este escrito, comparado con otros o con otras posturas que antes he plasmado. Sí, debe resultar extraño que aplauda la identidad y ahora me declaré totalmente filo-serbio en este juego diplomático que ha surgido desde la llamada Trampa Balcánica.
Continuo apelando a la identidad como manera de evitar el arrollo de la globalización.
Pero no hoy, febrero del 2008.
Hoy no es la víctima Kosovo y su declaración unilateral de independencia no me produce ningún regocijo.
Tampoco lo es Serbia, pero ningún país surgido tras la caída del muro ha tenido un trato tan amargo como el que Europa (y EE.UU.) le ha brindado a la patria de Milroad Pavic. Es reconocible que la imagen de Milosevic minó la posibilidad de que Serbia sea vista con otros ojos, pero vale subrayar que la prepotencia, el nacionalismo y las limpiezas éticas no sólo fueron perpetradas por ortodoxos: croatas no sólo mataron inocentes bosnio y serbios, sino que dejaron que aldeas de mayoría croata fueran arrasadas para conmover a la opinión publica, como ocurrió en la ofensiva del Ejercito Federal Yugoslavo en la zona de Eslavonia en 1991. Franco Tujman, el líder croata intimo amigo de Andrónico Luksic, contó siempre con la veía de Alemania -histórico aliado de los croatas- y del Vaticano. Murió antes de que La Haya se percatara de que la limpieza étnica en la EX-Y era una política de Estado -o de aspirantes de estados- y que tirase la bengala de la justicia supranacional. Justicia que llevó al banquillo a Milosevic.
Bosnia tres cuartos de lo mismo. Alija Inztbegovic, líder musulmán de la mayoría musulmana de Bosnia también jugó la baza del victimismo mientras los muyahidines se contaban por montones en las orillas del Drina arrasando si piedad a las pandillas y grupo paramilitares de la República de Sparksa, como las Avispas Amarillas o los Tigres de Arkan, grupillos de la pero calaña. Eso que no se dude.
En fin…
Los bombardeos de marzo de 1999 le dieron a Serbia el rótulo de enemigo de occidente. La patente aún le pesa. Europa desprecia a Serbia y estos se encierran en un nacionalismo cada vez más peligroso. Artículos de periodistas europeos, como el de Ramón Lobo en El País del día 18 de febrero, nada ayudan cuando estos se burlan del misticismo que el nacionalismo serbio le otorga a la derrota que el príncipe Lazard sufrió en los Campos de Mirlos en 1289 a manos de los jenízaros otomanos. Esa derrota, en el actual territorio kosovar, encierra el espíritu nacional de una patria eslava, pero ortodoxa. Similar situación molestaría a muchos si se declarase independiente la comuna de Maipú con Templo Votivo y todo… O Despeñaperros. O Navas de Toloza…
Y Lobo tacha ese espíritu de infantil



MI EXPERIENCIA
En julio de 2005 fui a Serbia con un grupo de españoles. La ciudad aún tenía huellas de los bombardeos que la OTAN lanzó el ‘99. Edificios a medio caer, chimeneas de industrias destruidas del todo y afiches con la cara de Milosevic adornando algunas ventanas.
Era verano, hacía calor y nos perdimos por las calles de la ciudad sin rumbo fijo. Me retrasé un poco del grupo y me metí en una perdida librería en un barrio cercano al río Drina. Lo llevaba un hombre algo mayor, de 65 ó 70 años que apenas me miró cuando entré. El ambiente era encantador aún cuando todos los textos estaban en serbios y por tanto impresos con el alfabeto cirílico, (pude detectar, eso si, una colección de Bukovsky en un escaparate bien posicionado foto). Había olor a té, un gato gris detrás de un ventilador y montones de libros que dejaban el espacio vital del señor reducido a una escueta silla.
Decidí, apenas entré, que algo me llevaría de ese lugar, mi souvenir personal y no convencional. La oferta se reducía debido al idioma, pero sin mucho esfuerzo di con un mapa de Kosovo, impreso por serbios, con evidentes tintes propagandísticos que acusaban a los kosovares de perpetrar una limpieza étnica durante siglos sin que nadie le importara demasiado. El precio estaba situado en una etiqueta: 35 dinares. Le pagué con un billete de 50 y una voz lejana me conminó a apurar el paso, el resto de expedición ya llevaba varias manzanas recorridas…
“Is ok” exclamé y me aventuré a salir del local con mi mapa, pero sin el vuelto. “No” dijo el hombre secamente, y si bien no podría interpretar los pensamientos del aquel librero, que seguramente nunca más veré, que quizás ya murió, que por sus azules ojos vieron historias, revueltas, guerras, muertes y odios que yo nunca vislumbraré; puedo asegurar que su dignidad estaba en juego. Se paró y con movimientos lentos y poco ágiles abrió la vetusta caja registradora y me alcanzó el dinero sobrante. Todo con un desplante lleno amabilidad, con una lentitud nada exasperante: podría haber contemplado esa escena durante minutos y no me hubiera aburrido. El serbio me miró, sonrió, me dijo algo en su lengua. Luego me agitó la mano… Desde ese instante Serbia se caló en mi corazón de elemental viajero.

19/2/08

Casablanca, la Barcelona del Magreb (Marruecos 2)

El orden de las ciudades que visitarás en un país que estás a punto de conocer, orden que generalmente se efectúa días antes del viaje, en la comodidad de tu casa y guía en mano -o quizás ya a bordo del vuelo low cost que te llevará a destino, mientras las azafatas te ofrecen esas mini Coca Colas de 125 ml a un euro y todo está matizado por las ansias de llegar y la incomodidad de los criminales asientos de aquellas líneas aéreas de bajo costo, llámese Ryanair, llámese EasyJet, que uno las putea ya antes de subir, pero que si no fuera por ellas, al menos yo, no hubiera conocido ni un ápice de las europas-, puede ser del tipo trascendental y trasformar la visión que se coja de un país o nación o terruño.
Mi visión de Marruecos hubiera sido totalmente distinta si antes de ir a Marrakech hubiera conocido Casablanca.



Plaza Djemma El-Fna, corazón de la Medina de Marrakech.


Pero si bien aterricé en Casablanca me fui rápidamente en tren hasta Marrakech donde me extasié admirando otra forma de “hacer” la vida, pero donde lamentablemente el dinero es un bien demasiado preciado, más aún cuando en las apariencias pareces occidental, lo que es sinónimo de euros. Sin embargo, el sabor es embriagador. Positivo. El trato es afable, las miradas inquisidoras y lascivas de muchos pierden fuelle cuando recuerdas el ambiente, la noche, las sonrisas de gente con la cual nunca pensaste entablar un nexo y que de pronto nunca más olvidarás.
(-¿Son ustedes de España?
-No, de Chile.
-¡¡¡¡De Chile!!!! Zamorano, Salas, Colo-Colo... Víctor Jara.
-Conoces algo de Chile. Qué bien (sonrisa instantánea de orgullo patrio fuera de contexto) ¿Y a cuánto me dejas esa camiseta y los zapatos?
-300 Dirhams
-¡¡¡300!!!, No po’ amigo. 200 no má. Yo te ofrezco 200.
-¿Qué dice? Esta camiseta es de muy buena tela, es original de Marruecos y los zapatos están hechos a mano. 280 Dirhams “Colo-Colo”.
-No, mucho. 220.
-¿Qué dice? Precio loco “Colo-Colo”, precio loco. 260 y que no se hable más “Colo-Colo”.
-250 Dirhams.
-Uff, precio loco “Colo-Colo”.
-Mejor voy al hotel.
-No, qué dice, amigo “Colo-Colo”. 255 y que no se hable más.
-Hecho)

Pero no es mi intensión describir en este artículo ambas ciudades o Marruecos en general. Quiero graficar ciertas diferencias. Una, Marrakech, es turística, afrancesada, moderna (con Zara y Penélope Cruz abriendo la Av. Mohamed V), antigua, identitaria, tradicional, caótica, hermosa. En resumen te quiere mostrar algo y no se avergüenza de nada. La otra, Casablanca, es un puerto -por tanto más liberal, como ya he señalado en este Blog en un artículo anterior- sucia, con olor a orines madrugadores (o como diría Bea olor a Valparaíso), cosmopolita, grandiosa, oscura, industrial. Vanguardia organizada del espíritu marroquí junto a Rabat, la capital.

Hechas las diferencias, la anécdota es la siguiente.
Entras a un bar pides un té a la menta y te atiende un chico de 18 ó 20 años. Entiende el mensaje y te pregunta en árabe algo que, evidentemente no entiendes. Ya llevas 3 días en el reino Alaui y ya sabes el truco, por tanto comienzas las inevitables preguntas ¿Español? ¿Inglés? ¿Francés?. Pero a diferencia de todos los sitios (60% en el idioma de Proust, 30% en el de Shakespeare y sólo 10% en el de Cervantes), esta vez saltó de lo lejos el encargado de la tetería. Un hombre de 40 años, con mirada culta y un cuerpo algo corpulento. “¿Por qué él tiene que saber español? ¿Por qué no sabes tú marroquí mejor?, vociferó en un perfecto castellano y el local reparó rápidamente en nosotros. Perplejo me limité a recuperar los vocablos más chilenos que nunca he olvidado del todo gracias a Redolés y Con$pirazión para decir: “y acaso vo’sa’í shileno weón”...
¿Chileno?, preguntó, luego se rió con sarcasmo e ironía y desapareció detrás de unas telas manteniendo un visaje lleno de desprecio por mí, un supuesto español.
El chico, algo avergonzado por la escena, trajo los tés con una habitual sonrisa.
Aquello, un incidente idiomático con tintes identitarios, sólo me había ocurrido en un lugar. En la bella y majestuosa Barcelona. Para ser más específico en el Fnac de la ciudad condal y también en el aparcamiento del mismo. El link rápidamente apareció en mi mente mientras saboreaba el té a la menta, brebaje al cual me hice asiduo. Casablanca -industrial y cosmopolita y apurada y continente de un espíritu anti-francés y anti-español o, para resumir, anti-colonial- tiene un sutil y fino símil con la Barcelona actual, esa ciudad con la cual cuesta conectar si no hablas en su idioma. (No es que sea filovasco -que sí, algo lo soy-, pero en Euskal Herria, si bien el sentimiento anti-español es tanto o más grande que en Catalunya, la identidad está tan definida que no necesitan refirmarla constantemente al usar su lengua con el extranjero que no la conoce).
No hay que generalizar dicen algunos. No se trata de eso, pero para construir una idea se requieren algunos datos y con eso, quizás, sea parida una teoría y se obtengan las respuestas. Ya me lo habían advertido, pero Casablanca (En la foto se aprecia un costado de la Medina, franqueda con modernos edificios ubicados en la Plaza de las Naciones Unidas) me pareció una ciudad muy Europea (la mayoría de las mujeres en Casablanca no usan pañuelo, por ejemplo), a pesar de querer parecer otra cosa y que sus ciudadanos quieran de su entorno hacer otra cosa. Su distanciamiento con el Marruecos profundo va por ahí y no por asegurar un nacionalismo que triunfa en otros países islámicos, como Egipto, Siria Líbia o Túnez.
Y tampoco por ser la cuna de radicales que perpetran atentados casi todos los años, no sólo el 2003.

13/2/08

Tricontinental...(Marruecos 1)

El mito dice que Chile es un país tricontinental.
Eso nos hacían creer algunos profesores de básica, eso se repetía solapadamente en la televisión y, bajo ese paradígma, la Armada chilena aspiraba a tener juridición en un extenso territorio marítimo que, en forma triangular, abarcaba desde Arica a Punta Arenas para llegar a la Isla de Pascua, último vértice de una fabulosa figura geométrica que aparecía proyectada en las mentes de algunos valientes Almirantes de principios de los '90, cuyo tufillo aún apestaba a los '80.
Chile= América del Sur.
Isla de Pascua= Oceanía.
La Antartida= pues eso... La Antartida.
Asumir que en rigor los kilometros cuadrados de Chile no son los 2 millones que aparecen en los Atlas impresos por el Instituto Geográfico Militar, esos que colman las biblotecas de los colegios, sino que son algo así como 750.000 -dato que reiterativo una vez zarpado de Pudahuel- fue un proceso duro, pero revelador. La Antartida nunca fue chilena y la leve soberanía de ese extenso territorio se sostiene con alfileres. La Gran Bretaña, con maneras tíbias y reservadas, porque venir al fin del mundo a demandar terruños aún trae recuerdos imperiales, reindicó hace poca la peninsula antartica -supuestamente chilena, supuestamente argentina- y de momento lo único que logró es que las diplomacias a ambos lados de la cordillera actuaran coordinadas.
En fin... el asunto no es ese. El tema es que en horas viajaré a Marruecos y podré decir con propiedad que he visitado tres continentes.
El concepto tricontinental se me vino a la cabeza y con el, de la mano, el recuerdo de aquellas “ideas fuerzas” que siempre nos repitieron. Uno no sabe de donde lo aprendiste, pero ahí están, dando vuelta en tu subconsiente y por eso me fue imposible separar una historia de otra: Tricontinental y Marruecos.
Y por lo mismo hago ese ejercío que antes efectué antes de ir a Suecia o Irlanda. Buscar cual es la imagen de Marruecos que daba vuelta en mi cabeza hace 10 ó 5 años. Una imagen matizada por el concepto de “frontera”.



El Reino Alaui en horas
El choque cultural está garantizado.
Si, es cierto. No hay duda, pero ese choque es permanente y reiterativo en los trenes de Madrid, donde conviven todas las nacionalidades inmigrantes en la España de este siglo (no me sorpenderé, creo, al ver a las mujeres con la cabeza cubierta).
Además, Casablanca y Marrakech, las ciudades que visitaré, son dos urbes enormemente turísticas. No como podría ser el caso de la escondida Agadir, última enclave antes de pasar al Sahara Occidental, Nación sin Estado, con poca prensa, pero con muchos adehrentes en el País Vasco...
No como podrían ser los barrios de los alrredores de Casablanca, los cuales hay que visitar con tino y coche alquilado y donde se cuece gran parte del movimiento integrista del Magreb no siempre vinculado a Al-Quaeda.
En Marruecos, al igual que cuando me adentré en la Ex-Yugoslavia, el éxtasis viene dado por la historia y no tanto por la cultura.
Un dato no menor. Mañana, después de 18 años, volveré a estar en un Estado dictatorial. Dictatorial a maneras occidentales claro está.
Pero luego de 16 meses viviendo en la “progre” España de Zapatero donde todo es posible, para bien o para mal (aunque las secretas ilusiones aún estan pendientes, porque más que mal España es una monarquía de aquellas) moverme bajo la férula de un estado policiaco tendrá, supongo, un morbo especial.
Y es que no es la posibilidad que te estalle una bomba islamista en Casablanca como ocurríó en el 2003, ni tampoco que te disparen una bala perdida como en la película Babel (el primer dato tristemente real, el segundo un tópico).
Tampoco es la visita, por primera vez en mi vida, a una Nación Islámica, donde todo tiene un cariz sagrado y legal y violar aquellas lógicas puede tener un costo.
No.
Lo que me trastorna a horas de viajar al Reino Alaui es observar ese límite impuesto por el desarrollo de dos maneras, igualitarias hace 500 años, pero enormemente diferentes en el ahora. Ninguna mejor o peor que otra. Ninguna con la salvación eterna asegurada. Pero es entre Ceuta y Gilbraltar donde se teje la esperanza de algunos y el desprecio y el miedo de otros.
Viajo a Marruecos a desconectar de la rutina.
Viajo a Marruecos para buscar más herramientas para comprender.

5/2/08

Tradición contra Modernidad

Es el Guggenheim la atracción máxima de Bilbao. Al menos eso dicen los entendidos en viajes y arquitectura urbana, mientras que otros muchos subrayan que el museo en cuestión le aportó cierto dinamismo turístico a la alicaída capital de Vizcaya. Con el museo y el ornamento de la riada bilbaina la ciudad mutó positivamente al parecer, esto a luces de la afluencia de viajeros extranjeros que han posibilitado que Bilbao deje el lastre de toda ciudad manufacturera que se erigió como tal con la segunda revolución industrial (fines del XIX principios del XX), es decir, con desorden, con fealdad, con la prepotencia del progreso mal implementado por la premura del miedo, del miedo que el progreso pase por fuera y nos deje varados en la inopia modernista
Cuando el sábado pasado vi el inmueble no me sorprendió del todo. Inaugurado en 1997, con polémica de por medio debido al alto presupuesto que la obra chupó de las arcas vascas destinadas al apartado de “cultura”, su estructura de titanio copulaba perfectamente con el puente de Santiago Calatrava y con las esculturas en la ribera del río. Sin embargo, yo ya estaba obnubilado por los verdes montes que ensombrecían la cañada y los puentes y posibilitan que, si se miraba al poniente, se vieran las casas de piedra caliza de los montes, y si se miraba al levante le titanio emergiera con sus alaridos de modernidad que a veces perturban otras te seducen, pero casi nunca te dejan indiferente.

Puppy

No había ni tiempo ni euros para entrar a la pinacoteca, por lo que la foto en el frontis del Guggenheim iba a ser el mayor pedazo que podía rescatar de esa obra de arte en si, continente de muchas otras...Pero había más... Había que sacarse también una foto más, esas que nunca están de más, pero que en rigor a nadie le interesan. “Puppy” lo llaman y es un perro gigante hecho de flores que defiende la entrada del museo. En efecto estaba lleno de turistas sacándose una instantánea con el adefesio aquel; ese sábado, en su mayoría, japoneses...


Presos

Pero ahí, ahí fue cuando la artificial modernidad se diluyó. Frente a “Puppy” había una manifestación -lo que no es novedad en Euskal Herria- de padres y madres de etarras presos en las cárceles españolas. Mujeres y hombres de 60, 70 o incluso 80 años que, con una dignidad enorme y con bastante frío, denunciaban las políticas carcelarias del PSOE y el PP que consisten en repartir a los etarras presos por varias cárceles de la geografía hispana ¿Es correcto? No me queda del todo claro y más parece que una carta en si, una opción siempre fácil de darle un caramelo a los asesinos cuando estos titubeen con la paz. Lo hizo Aznar, seguramente lo iba hacer ZP y quizás lo haga si salé elegido otra vez y en rigor los beneficios para el Estado español se me antojan cortos y banales ante la cara de esos padres que nada tiene que ver con la osadía y la estupidez de sus retoños, pero que sufren como víctimas más de una dinámica que no va a parar por más legalizaciones, negociaciones y de mases.No dudo que ser víctima o familiar de una víctima del terrorismo etarra debe ser terrible, pero cuesta empatizar con organizaciones atenazadas por visiones políticas. Yo tampoco tengo nada que ve con el hombre que me entregó un panfleto con información referida a los presos, ni con las madres que aguardaban la lluvia matinal de ese sábado, pues son pocas las cosas que pueden esperar. Pero esa mañana en Bilbao agradecí ver esa expresión de rutina -tradición- de un puñado de hombres y mujeres fuera de foco, off-side, que gastan su jubilación en trenes y autobuses para ver a sus hijos, la mayoría, quizás, bien encarcelados...
“Puppy” me pareció un experimento vació de una ciudad pretenciosa. La inofensiva manifestación me mostró, una vez más, que para ser universal no es vital exportar eventos de otras culturas, sino mantener lo propio siempre arriba, siempre en alza. Sumando y restando Bilbao me pareció hermosa, completa, entregada y, en resumen, el País Vasco es la región de la península ibérica más adorable geográficamente. Y la más intrigante.