El orden de las ciudades que visitarás en un país que estás a punto de conocer, orden que generalmente se efectúa días antes del viaje, en la comodidad de tu casa y guía en mano -o quizás ya a bordo del vuelo low cost que te llevará a destino, mientras las azafatas te ofrecen esas mini Coca Colas de 125 ml a un euro y todo está matizado por las ansias de llegar y la incomodidad de los criminales asientos de aquellas líneas aéreas de bajo costo, llámese Ryanair, llámese EasyJet, que uno las putea ya antes de subir, pero que si no fuera por ellas, al menos yo, no hubiera conocido ni un ápice de las europas-, puede ser del tipo trascendental y trasformar la visión que se coja de un país o nación o terruño.
Mi visión de Marruecos hubiera sido totalmente distinta si antes de ir a Marrakech hubiera conocido Casablanca.
Mi visión de Marruecos hubiera sido totalmente distinta si antes de ir a Marrakech hubiera conocido Casablanca.
Plaza Djemma El-Fna, corazón de la Medina de Marrakech.
Pero si bien aterricé en Casablanca me fui rápidamente en tren hasta Marrakech donde me extasié admirando otra forma de “hacer” la vida, pero donde lamentablemente el dinero es un bien demasiado preciado, más aún cuando en las apariencias pareces occidental, lo que es sinónimo de euros. Sin embargo, el sabor es embriagador. Positivo. El trato es afable, las miradas inquisidoras y lascivas de muchos pierden fuelle cuando recuerdas el ambiente, la noche, las sonrisas de gente con la cual nunca pensaste entablar un nexo y que de pronto nunca más olvidarás.
(-¿Son ustedes de España?
-No, de Chile.
-¡¡¡¡De Chile!!!! Zamorano, Salas, Colo-Colo... Víctor Jara.
-Conoces algo de Chile. Qué bien (sonrisa instantánea de orgullo patrio fuera de contexto) ¿Y a cuánto me dejas esa camiseta y los zapatos?
-300 Dirhams
-¡¡¡300!!!, No po’ amigo. 200 no má. Yo te ofrezco 200.
-¿Qué dice? Esta camiseta es de muy buena tela, es original de Marruecos y los zapatos están hechos a mano. 280 Dirhams “Colo-Colo”.
-No, mucho. 220.
-¿Qué dice? Precio loco “Colo-Colo”, precio loco. 260 y que no se hable más “Colo-Colo”.
-250 Dirhams.
-Uff, precio loco “Colo-Colo”.
-Mejor voy al hotel.
-No, qué dice, amigo “Colo-Colo”. 255 y que no se hable más.
-Hecho)
(-¿Son ustedes de España?
-No, de Chile.
-¡¡¡¡De Chile!!!! Zamorano, Salas, Colo-Colo... Víctor Jara.
-Conoces algo de Chile. Qué bien (sonrisa instantánea de orgullo patrio fuera de contexto) ¿Y a cuánto me dejas esa camiseta y los zapatos?
-300 Dirhams
-¡¡¡300!!!, No po’ amigo. 200 no má. Yo te ofrezco 200.
-¿Qué dice? Esta camiseta es de muy buena tela, es original de Marruecos y los zapatos están hechos a mano. 280 Dirhams “Colo-Colo”.
-No, mucho. 220.
-¿Qué dice? Precio loco “Colo-Colo”, precio loco. 260 y que no se hable más “Colo-Colo”.
-250 Dirhams.
-Uff, precio loco “Colo-Colo”.
-Mejor voy al hotel.
-No, qué dice, amigo “Colo-Colo”. 255 y que no se hable más.
-Hecho)
Pero no es mi intensión describir en este artículo ambas ciudades o Marruecos en general. Quiero graficar ciertas diferencias. Una, Marrakech, es turística, afrancesada, moderna (con Zara y Penélope Cruz abriendo la Av. Mohamed V), antigua, identitaria, tradicional, caótica, hermosa. En resumen te quiere mostrar algo y no se avergüenza de nada. La otra, Casablanca, es un puerto -por tanto más liberal, como ya he señalado en este Blog en un artículo anterior- sucia, con olor a orines madrugadores (o como diría Bea olor a Valparaíso), cosmopolita, grandiosa, oscura, industrial. Vanguardia organizada del espíritu marroquí junto a Rabat, la capital.
Hechas las diferencias, la anécdota es la siguiente.
Entras a un bar pides un té a la menta y te atiende un chico de 18 ó 20 años. Entiende el mensaje y te pregunta en árabe algo que, evidentemente no entiendes. Ya llevas 3 días en el reino Alaui y ya sabes el truco, por tanto comienzas las inevitables preguntas ¿Español? ¿Inglés? ¿Francés?. Pero a diferencia de todos los sitios (60% en el idioma de Proust, 30% en el de Shakespeare y sólo 10% en el de Cervantes), esta vez saltó de lo lejos el encargado de la tetería. Un hombre de 40 años, con mirada culta y un cuerpo algo corpulento. “¿Por qué él tiene que saber español? ¿Por qué no sabes tú marroquí mejor?, vociferó en un perfecto castellano y el local reparó rápidamente en nosotros. Perplejo me limité a recuperar los vocablos más chilenos que nunca he olvidado del todo gracias a Redolés y Con$pirazión para decir: “y acaso vo’sa’í shileno weón”...
¿Chileno?, preguntó, luego se rió con sarcasmo e ironía y desapareció detrás de unas telas manteniendo un visaje lleno de desprecio por mí, un supuesto español.
El chico, algo avergonzado por la escena, trajo los tés con una habitual sonrisa.
Aquello, un incidente idiomático con tintes identitarios, sólo me había ocurrido en un lugar. En la bella y majestuosa Barcelona. Para ser más específico en el Fnac de la ciudad condal y también en el aparcamiento del mismo. El link rápidamente apareció en mi mente mientras saboreaba el té a la menta, brebaje al cual me hice asiduo. Casablanca -industrial y cosmopolita y apurada y continente de un espíritu anti-francés y anti-español o, para resumir, anti-colonial- tiene un sutil y fino símil con la Barcelona actual, esa ciudad con la cual cuesta conectar si no hablas en su idioma. (No es que sea filovasco -que sí, algo lo soy-, pero en Euskal Herria, si bien el sentimiento anti-español es tanto o más grande que en Catalunya, la identidad está tan definida que no necesitan refirmarla constantemente al usar su lengua con el extranjero que no la conoce).
No hay que generalizar dicen algunos. No se trata de eso, pero para construir una idea se requieren algunos datos y con eso, quizás, sea parida una teoría y se obtengan las respuestas. Ya me lo habían advertido, pero Casablanca (En la foto se aprecia un costado de la Medina, franqueda con modernos edificios ubicados en la Plaza de las Naciones Unidas) me pareció una ciudad muy Europea (la mayoría de las mujeres en Casablanca no usan pañuelo, por ejemplo), a pesar de querer parecer otra cosa y que sus ciudadanos quieran de su entorno hacer otra cosa. Su distanciamiento con el Marruecos profundo va por ahí y no por asegurar un nacionalismo que triunfa en otros países islámicos, como Egipto, Siria Líbia o Túnez.
Y tampoco por ser la cuna de radicales que perpetran atentados casi todos los años, no sólo el 2003.
SHAKESPEARE
ResponderEliminarConstruir UNA idea
LA mayoría
QUERER
CIUDADANOS
¬¬
Viajaste a Marruecos en busca de algo completamente diferente?
ResponderEliminary al final no sufriste ese efecto de choque radical?
Yo espero que si vuelva algo trastocada del Sahara..
De nuevo afirmando que los vascos tenemos una identidad bien definida por lo cual no tenemos que estar continuamente dando ningún tipo de muestra..
esa idea es tuya..
y siempre que se hable de eso
irremediablemente me acordaré de ti..
y al acordarme de ti,
me acordaré de Bea..
:)
disfrutar de los viajes,
y sigue con esa perspectiva sobre nosotros/as..
Gracias..
Muxu asko!
EiDeR
Siento disentir con tu idea de Barcelona, pequeño saltamontes, pero me parece un poco "demagogo" tu argumento.
ResponderEliminarGilipollas los hay en todas partes. Y te recuerdo que el 95 por ciento de los catalanes somos bilingües (cosa que no pueden decir en otras partes).
Por cierto, son muchos los extranjeros (no solo angloparlantes, sino por ejemplo una amiga polaca de Sam de visita en España) que se quejan de que en Madrid cuando van a una tienda y preguntan en inglés, algún estúpido les dice "y porqué tú no hablas español?".
Vamos, que imbéciles hay en todas partes y no puedes creer que conocer el "espíritu" de una ciudad por el mero hecho de haber sufrido una anécdota allí.
Un beso, igualmente :P
Yas