15/3/08

Apenas tres días, humildes observaciones de... (Paris 2)

Sólo fueron tres días, pero me dejé envolver por París. Es fácil dejarse envolver por París. Ciudad de ciudades, la única digna de Roma (según los parisinos y los romanos), cornisa de las artes y el espectáculo, locación perfecta para amar y ser amado.
Vi Paris y la sensación de que pocas cosas más podrán sorprenderme en el Occidente primario (Europa), se acrecentaba a medida que me perdía por calles con un orden arquitectónico perfecto y armonioso. Todo tenía “una pureza que hería los ojos”, como Albert Camus señaló en su libro “El Extranjero“, aunque él franco argelino se refería a una celda… Y es que llegado a cierto punto donde gires la cabeza verás un espasmo de diferencia. Un retoque distintivo que genera una leve entropía, incluso cansadora.
(Asumo que aún no vislumbro la vanguardia económica y/o militar que nos aflige -o nos cobija- que es EE.UU. y sus ciudades emblemáticas. Además lo anteriormente escrito exime a las dos grandes urbes que me quitan el sueño: Moscú y Estambul, por lo que expectación no concluye después de la ciudad de la luz).
París, además, tiene variadas esquinas que exudan remanentes históricos de eventos cercanos y que nos afectan más de lo que podríamos suponer. Aplicando la lógica histórica que me enseño Jorge Abarca, mi profesor de Historia y Geografía en séptimo básico, el resumen es el siguiente: La Ilustración renueva ideas político-estatales, la burguesía remueve el mapa de la riqueza, las ideas de la Ilustración cuajan en las 13 colonias inglesas en América y se forma la primera Nación-Estado de la humanidad, la influencia de ese nuevo Estado solivianta a la nueva clase de abogados y comerciantes de una Francia mal reinada y en quiebra, estalla la revolución, los reinos europeos entran en guerra con Francia que cae en una espiral de anarquía y guillotina, un joven General pone orden y crea un Imperio. El General domina Europa, se llama Napoleón, pero Inglaterra sigue guerreando y éste no puede invadirla, la única solución es un bloqueo comercial. Como toda Europa le pertenece no tiene problemas en decretarlo, pero un pequeño reino se resiste y sigue comerciando con Inglaterra. Es Portugal. Napoleón decide invadir Lusitania, pero para ello debe entrar por España y si bien sólo pasaría por el valle del Ebro, acaba instalando a su hermano en el poder y encarcela al Rey Fernando VII. Las colonias hispanas en América no saben que hacer, la Metrópolis esta en manos del enemigo… Se realizan las primeras Juntas de Gobierno en nombre del Rey cautivo, al que apodan el “Deseado”, el “Bienamado”. Algunos creen que es la oportunidad de crear nuevos reinos independientes en los virreinatos y capitanías generales del decadente Reino de España. Otros, los más osados, creen que es la oportunidad de crear Estados democráticos.
En fin…
Todo lo anterior trascurre en 40 años, en diversos puntos del globo, pero con un eje principal: París, donde se germinan las ideas de la Ilustración, donde se gesta la revolución y donde Napoleón dirigió su magno Imperio. Ver la Plaza de la Concorde, donde la cabeza de la reina Maria Antonieta, Robespierre y otros volaron por los aires, entusiasma. Ver la tumba de Napoleón conmueve. Subir el Arco del Triunfo y observar las batallas ganadas y perdidas por los franceses sobrecoge.
Y caminando por los Campos de Marte (Champs de Mars), viendo como se agigantaba la torre Eiffel y cogía todo el esplendor que las fotografías lamentablemente nunca captarán, recordé una instantánea que vi de pequeño en un antiguo libro de historia editado, paradójicamente, por Larousse: La mayoría de los jerarcas nazis, con Hitler a la cabeza, caminaban victoriosos por esa misma explanada, con la misma torre a sus espaldas, días después de que el Tercer Reich tomase la ciudad y Petain fuese designado Primer Ministro de la Francia de Vichy… Eso fue hace 68 años. Casi nada.


¿Qué hice?
Caminé al borde del Sena envidiando a los que viven en las barcazas que colman las aguas del famoso río y tienen a la Isle de France a sus espaldas.
Vi palomas comerse un pedazo de tomate sobrevolando el Jardín de las Tuileries.
Me tomé un café que costó 3,80 euros en el frontis de la Catedral de Notre-Dame mientras las amenazadoras gárgolas me miraban.
Le pedí a una pareja de turistas ucranianos que nos sacara una foto a Bea y a mí a un costado del museo de Louvre.
No entré al Museo del Louvre por falta de tiempo.
Fui expresamente al cementerio de Perè Lachaise para ver la escondida cripta de Jim Morrison (tercera foto) y la besuqueada tumba de Oscar Wilde (segunda foto).

Vi a la dependienta de una tienda gozar por la repentina visita de sus amigas que le conminaban a partir ya del trabajo porque ya era viernes por la tarde.
Subí hasta la segunda planta de la Torre Eiffel y me sorprendí de la agradable parafernalia con que se decora ese espacio (micro cine, cafetería, una réplica de la Torre hecha de hielo).
Me perdí por el distrito 4º y llegué sin querer a la Embajada de Chile, adornada con una placa referida a los años que Pablo Neruda ejerció como embajador en Francia.
Oí a vagabundos parisinos declamar en verlan colgados a una botella de vino en la línea uno del metro.
Me llamó Antonio para quedar en Madrid y le dije que no podía esa noche, pues me estaba comiendo una pizza en París.
Visité una feria libre donde se vendía de todo y se podía observar todo tipo de parisinos.
Compré postales, no compré pins, dormí en una habitación que olía a tabaco en un hotel que tenía dañado el elevador y era regentado por una familia libanesa.
Pagué sólo la mitad de la entrada para ingresar al Arco del Triunfo, pues aún soy menor de 25 años, y saqué mil fotos de la ciudad, porque la gracia de París, una urbe francesa y de parisinos, no es lo que tiene y la adorna, y quizás la haga famosa, sino lo que sus ciudadanos hacen de ella y con ella.

3 comentarios:

  1. Más falsa la imagen de los sujetos ésos con la Torre Eiffel

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  2. ah, Napoleón... que tristemente descubrió que los españoles solo dejamos de acuchillarnos entre nosotros para acuchillar al francés! acaso al inglés. El hermano del general murió años después recordando el coro de lentos click, click de las navajas abriéndose en las calles de Madrid. Como en tantas veces, mi ciudad, la del no pasarán, fue la última en caer... Date un gusto y leete esto,

    http://66.102.9.104/search?q=cache:ZfXX0K75jVMJ:www.librosgratisweb.com/pdf/reverte-arturo-perez/la-sombra-del-aguila.pdf+la+sombra+del+aguila+perez+reverte&hl=es&ct=clnk&cd=41&gl=es

    Disfrútalo hermano.

    PD: asco de mundo de global en el que cuando vas a casa no puedes quedar con tus amigos...

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  3. ah, y como en tantas ocasiones, los dirigentes del país no estuvieron a la altura. Pena del grito más triste de la historia, del vivan las cadenas...

    pero le dimos lo suyo al francés.

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