Era plena semana santa y fui, también por primera vez, a despedir a alguien, Bea, por lo que las apreciaciones que narraré pueden estar salpicadas con tintes azulados de la nostalgia y la carencia cinematográfica de una despedida de ley, pues la mía fue truncada por un funcionario que me obligó alejarme de la zona de embarque, aún cuando vio mi cara descompuesta y las lágrimas de quien partía. Simplemente fue un cabrón.
Sin embargo, si fue cinematográfico en check-in, por ejemplo, donde pudimos ver como un senegalés borracho se desnudaba completamente en medio de la Terminal, rodeado de policías y ojos curiosos, pues al parecer lo habían acusado de algo y reaccionó hiperventiladamente. Algo hizo, nunca supe qué, pero sí me sorprendió ver cierta comunicación espontánea entre el viajero -visiblemente ebrio- y los policías que lo vigilaban mientras chequeaban sus datos. Reían, bromeaban, el senegalés se cuadraba ante la autoridad lo que provocaba hilaridad entre los presentes.
Luego nos tomamos el último café y nos olvidamos del incidente. Habían cosas más importantes que zanjar…
Incidentes aeroportuarios hay por montones en Barajas ahora que la Terminal madrileña se ha alzado como filtro de pasajeros venidos de Sudamérica. Los pasillos y andenes de la T4 son escenario de una ingeniosa guerra entre la novena economía del mundo y la primera de Latinoamérica, Brasil, potencia emergente como pocas (BRIC, sin ir más lejos, es una sigla clara y corta que grafica las mega economías que se erigirán cuando expire el siglo XXI: Brasil, Rusia, India, China).
Brasil a empatado las, a veces si a veces no, severas medidas migratorias hispanas y los turistas venidos de España, sin reunir ciertos requisitos, han sido tratados vejatoriamente, de la misma forma en que muchos lo son en Barajas; situaciones extremas que han concluido con varios casos de turistas de regreso a la península Ibérica sin poder pisar suelo brasileño.
Lula, en persona, está molesto por los varios casos de viajeros brasileños -turistas o no- que han pasado semanas enteras retenidos en las celdas que la policía española tiene instaladas en los aeropuertos.
El tema pasó al plano diplomático cuando Miguel Ángel Moratinos lo habló con su homólogo carioca cuyo nombre no recuerdo.
Martínez
Recuerdo a un profesor estadounidense, de origen cubano, que tuve en la Universidad Andrés Bello, en un electivo que se llamaba Economía Globalizada. Era un hombre bajo, oriundo de Nueva York, que vivió el atentado del 11-S en Chile, ese mismo año en que acudía a su clase. El hombre estaba horrorizado.
Era realmente un centurión del capitalismo. Un soldado (gracias Antonio por la frase). Era muy crítico de la autocomplacencia de los economistas chilenos y no veía en el TLC con EE.UU. -que por esos años se estaba negociando- una diferenciación de Chile con el resto de países del Cono Sur.
Sin embargo, la conmemoración de este profesor, llamado, si mal no recuerdo, Mike Martínez Black, eran sus apreciaciones sobre Brasil y para eso narraba una anécdota.
Chile 1998 fue acusado por EE.UU. de dumping en la exportación de salmones; es decir, según ellos, en Chile se vendían internamente los salmones más caros que el precio para la exportación internacional. Chile protestó protocolarmente, aunque todo reclamo venía coartado por un TLC que estaba ad-portas de ser firmado y por que, en rigor, Chile es una economía demasiado conectada con el comercio internacional y cualquier ruido en ese contexto asusta. Zapatos
Martínez contaba que Brasil también vivió un proceso parecido cuando los productores de zapatos de Estados Unidos acusaron a los brasileños de Dumping (Brasil es el segundo mayor productor de zapatillas del mundo). La reacción de Brasil fue distinta: suspendió la venta de zapatos a Estados Unidos y puso a la venta en el mercado interno el stock sobrante, claro, en regaladas ofertas de 3 por 2 o 2 por 1. Estados Unidos, meses después, tuvo que pedir por favor que reanudarán la venta de zapatillas, pues la empresa local no podía satisfacer la demanda interna y los precios del calzado se había disparado.
(Antes de seguir, es esta una de las diferencias más gráficas: Brasil tiene un mercado interno para satisfacer medianamente a los productores de zapatos, lo que no pasa en el pequeño Chile de 15 millones de habitantes, donde no hay mercado y tampoco voluntad para hastiarnos comiendo salmón).
Esa es la lógica global donde los recursos humanos, ya sea como mano de obra o como potenciales consumidores, marcan la pauta de quiénes emergerán en el futuro. Ojo con los BRIC, con Indonesia, con Turquía, con Egipto. Países ahora medianamente pobres, o pobres directamente, pero que serán los estandartes del consumismo mundial (Destopía: ¿Qué ocurrirá cuando a sólo el 10% de los chinos les guste el jamón serrano? ¿Subirá de precio acá en España? ¿O el jamón de consumo interno dejará de ser de la calidad que se jactan los hispanos, para exportar el bueno?).
No es menor suponer que la libertad comercial que ahora impera en este mundo global, puede encontrar un techo antes que expiré el XXI. Ya es así, pero a medida que los emergentes se consoliden, los ahora países desarrollados impondrán más trabas para exportar productos (bienes y servicios) desde el aún tercer mundo; barreras que durante el siglo pasado -especialmente durante la última década- esas mismas potencias pregonaron por derribar.
Y tu dijiste "o sí, aquí fue la explosión" y nunca habiai estado ahí muajaja...
ResponderEliminarIgual EL PAÍS te lo dijo...
Y si EL PAÍS te lo dijo, es así muajaja
:*