No era prioridad.
De hecho aún no voy e incluso temo que mañana por la mañana, a eso de las 7:30, cuando esté apurado haciendo el check-in en Barajas, un policía de esos jóvenes con corte regular militar, avisará a todos los ansiosos pasajeros que el nivel de seguridad en el Reino de España ha aumentado debido a una extraña amenaza de bomba en un lugar indeterminado de Madrid; que todos los vuelos internacionales están retrasados; que por ordenes del ministerio del Interior no se puede llevar ningún liquido a bordo, ni siquiera los 125 ml permitidos… El champú, el desodorante, las pastas de dientes van a parar a un gran receptáculo instalado improvisadamente en la sección de policía internacional, apartado que ha sido reforzado con dos policías con sendas metralletas…
En España las elecciones son este domingo y algunos medios (Telecinco) se han encargado de despachar notas referentes al despliegue de efectivos militares de elite por las inmediaciones de centrales nucleares, del AVE, de aeropuertos… Nadie, obviamente, quiere otro 11-M. Y yo viajo a París.
Y sí, nunca fue del todo prioridad. Tenían preeminencia sitios con un contenido histórico inmediato, como la EX–Y o Dublín, y ahora son otros los lugares que me quitan el sueño (Estambul y Berlín. En esta ciudad tengo que detenerme para lamentar la imposibilidad de acompañar a Javi y Antonio a la ex capital del Tercer Reich en junio. No es sólo un tema monetario, sino de tiempo…)
Voy, además, acompañado con Bea, lo que le otorga un morbo especial, dado que para occidente el supuesto indica que la ciudad de la luz es también la ciudad del amor.
En fin…
No era prioridad y la selección de la misma fue fortuita. Ella quería Londres, pero surgió París como oferta más barata en una página web y nos decantamos sin pensarlo mucho por la ciudad donde reposan los restos de Cortázar, Morrison y también, no sé por qué, de Porfirio Díaz. Iremos sólo por tres días, no los suficientes, claro está, pero al menos podremos hacernos una idea preliminar de lo que se cuece en la cornisa cultural del ethos occidental. Y además visitar la torre Eiffel, el cementerio de Montparnasse, la Bastilla, el Arco del Triunfo, los Campos Eliseos, la estación de metro Tulleries, los 13 puentes del Sena…
(Confirmo, con lo anteriormente señalado, que la mayoría de las decisiones humanas, de ahora en más, se tomarán haciendo un click al frente de un ordenador y bajo la férrea amenaza de links que nos dicen oferta, free, promoción o sale).
París es, además, la ciudad del sobrexpuesto Nicolas Sarkozy, que cuando se emborrachó con Putin cayó bien, que cuando dijo que liberaría a Betancourt sorprendió, que cuando se casó con Bruni hastió y que cuando decidió venderle submarinos nucleares a Brasil me tranquilizó: Sarkozy es francés y por más que juegue la basa amistosa con Washington, en política internacional él y Francia hacen lo que quieren y eso, en la era imperial que nos aflige, siempre será bienvenido. Además Brasil, que quiere ser BRASIL, es algo así como un aliado histórico de Chile. Uno. De pocos.
Y es que claro, y disculpen el repentino salto, pero el “barrio” latinoamericano se revuelve. Colombia viola el espacio aéreo ecuatoriano y da muerte a René Reyes, vocero internacional de las FARC y con él cual Francia, según declaraciones de su ministro de RR.EE. Bernard Kouchner, estaba negociando para que la ex candidata Ingrid Betancourt fuese liberada. Venezuela, o Chávez, se altera, pues le puede ocurrir a él –Caracas ampara a miembros de las FARC en su territorio-, Correa también decide actuar airadamente, pues es a él al que han birlado y lo hace rompiendo relaciones. Ya lo había hecho Venezuela y hoy también lo hizo Nicaragua.
¿Crísis diplomática?
Chile condena el actuar de Uribe, amo y señor de una Colombia unida tras su líder político, y le presta ropa a Ecuador, pues es ese el país que nos puede ayudar para que la intentona pacífica de Perú de quedarse con parte de un mar chileno, mediante un dictamen de la La Haya, no llegue a buen puerto. O no llegue a puerto directamente, lo que sería mejor, pues nos ahorramos malos ratos y dinero. Eso para el ciudadano común y corriente, como yo, pues para el poder político concertacionista, ariete de una elite nacionalista, pero neoliberal; el llevarse mal con los vecinos es parte de una identidad aún en proceso de maduración, pues eso, una reyerta limítrofe nos confirma que somos “supuestamente diferentes”.
Es grave lo de Colombia. Turquía lo hace, Turquía, un país de dimensiones históricas y políticas admirables, ha re-violado en estos días el espacio aéreo de Irak persiguiendo la guerrilla kurda. Pero el contexto asiático o euroasiático no es el mismo que el de Sudamérica, donde nunca en el siglo XX un país había violado la territorialidad de otro. No ocurrió el ’78 entre Argentina y Chile y no ocurrió en la llamada Guerra de la Cordillera del Cóndor, entre Perú y Ecuador en el verano de 1995, conflicto que llenó de tensión el ambiente, pero que años después demostró que las circunstancias sí eran peligrosas. En esa ocasión la guerra estaba ad portas.
¿Lo está ahora?
No, pero la crisis diplomática, a tres bandas –Ecuador, Colombia y la incansable Venezuela de Chávez-, no tiene parangón en América del Sur.
Y todo esto mientras un chileno es el Secretario General de la OEA.
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