4/5/08

Del miedo al vecino al miedo al otro

Era un martes de abril de 2007, el martes de Semana Santa de ese año. Venía en el último metro de la jornada y dada la hora, la circunstancia estival de un fin de semana largo -acá el jueves santo también es festivo-, y dado, también, que la estación donde me bajaba era Herrera Oria, la última de la línea 9 (o la morada según los mapas del metro madrileño), los pasajeros del subterráneo se contaban con los dedos de una mano.
Cuando me bajé del metro detecté, gracias a ese semblante y ese acento tan peculiar, que dos chicas que me antecedían en la eterna escalera mecánica eran chilenas, circunstancia no del todo usual en Madrid, pues en España hay unos 50 mil chilenos, una cifra menguada comparada con otros países emisores de inmigrantes, y no es Madrid precisamente un sitio donde rebosen los chilenos. Barcelona y algunas zonas costeras de la Generalitat Valenciana, al parecer, si lo son.
Cuando salimos a la superficie abrileña de la ciudad les hablé. En efecto eran chilenas, una estudiaba en la Complutense -como yo- y vivía por ahí cerca y la otra estaba radicada en Barcelona y visitaba a su amiga por unos días.
Conversamos protocolarmente con cierta alegría por dar con un chileno en tierras cada vez menos lejanas, pero sin hacer alharaca por el fortuito encuentro. La charla se alargaba según los pasos que dábamos y sería cortada en el momento
en que los diferentes caminos a nuestras casas así lo decretaran. Al menos yo lo visualizaba de esa manera: cuando llegásemos a la esquina de Fermín Caballero con la Virgen del Corro (en la foto) yo diría “Buenas noches y hasta luego, a ver si nos volvemos a ver por el barrio“, luego torcería a la izquierda, bajaría unas escaleras y llegaría a la Plaza Villafranca de los Barros, donde en esos días pernoctaba. Ese era el plan.
Pero cuando ya llegábamos a la bifurcación antes nombrada fue una de ellas la que se me adelantó. “Bueno, nosotras doblamos por acá”. “¡Qué coincidencia!, yo también bajo por las escaleras”, exclame sin reprimir el asombro…
En la Plaza Villafranca de los Barros habían tres edificios. El del medio era el mío. Y también era el de ellas… Hubo risas cuando abrimos la puerta. “Yia, como tanto weon. La media volá”.
Subimos al ascensor y cortésmente pregunté a que piso iban para darle al botón. “Al nueve” dijeron al unísono… Volví a reírme, la coincidencia era exacta, el nueve también era mi piso. Entonces en el metro, esa noche, había conocido a mi vecina, que era chilena y que compartía departamento con tres españolas, y que estudiaba un postgrado en la Compluetense…
Días después la volví a ver, conocí a su pololo (que estudiaba en Suiza), la invité a mi cumpleaños y de vez en cuando nos cruzábamos en el ascensor, situación bastante grata por lo demás, pues siempre tenía visitas de Chile: hermanos, padre o madre.
Cuando ya teníamos más confianza me comentó que en el instante en que nos conocimos, más su amiga que ella, pero de igual manera se le pasó por la mente, pensó que era un especie de psicópata, pues no era posible tanta coincidencia. Que hasta que no abrí la puerta de mi casa no respiraron tranquilas…
Y en efecto, tras oír las noticias provenientes de Austria caes en la cuenta que ahora parece que no te puedes fiar de tu vecino, ni de nadie. Que incluso en España, donde la sensación de comunidad y barrio es amplia y reconfortante, no siempre te enteras de quién es ese que fuma todas las noches en el balcón adjunto al tuyo. Quién es esa señora que le ayudaste a subir las bolsas, quién es el difunto del 6-A que ayer murió…
Y eso, lamentablemente, en Chile se multiplica.


Austria se pregunta que ha hecho mal.
Un día te preparas para comer una pizza, ves las noticias y las imágenes muestran a un hombre que en Austria tubo encerrada a su hija durante 24 años en un sótano sin luz, violándola sistemáticamente e incluso teniendo hijos con ella.
El mundo se contrae horrorizado, el nombre de Josef Fritzl (en la foto en sus vacaciones en Tailandia) ronda en el subconsciente de todos. Se lo denomina el “Monstruo de Amstetten” y surgen mil especulaciones: ¿Actuó sólo? ¿Su mujer era cómplice? ¿Se suicidará? ¿Cómo están los hijos? ¿Cómo está su hija?
De golpe Austria se enfrenta a una disyuntiva identitaria, pues no es primera vez que ocurre algo así en su sociedad. Hace dos años el caso de Natalia Kampusch nos pareció suficiente, una circunstancia cinematográfica. El género humano no podía ser peor… Pero en el mismo país surge un caso peor. Una segunda parte más truculenta, que logra apuntalar la sensación de que el adjetivo “peor” nació para designar este tipo de hechos.
Es parte de la forma ser germana el respeto por la intimidad. Las razones incluso pueden ser eclesiásticas -el luteranismo genera un mayor individualidad que el cristianismo-. O quizás simplemente las circunstancias climáticas -inviernos alpinos bastante crudos- impiden que los austriacos compartan en sus barrios y se encierren en sus casas con mayor ahínco que en los países del sur de Europa.
El asunto es que durante 24 años Fritzl tuvo a varias personas retenidas en su casa y nadie se enteró de nada, pues nadie pregunta -ni se pregunta- cosas como porqué el vecino de enfrente fuma en el balcón, porqué el otro saca la basura siempre por las mañanas, en vez de hacerlo por las noches como todos los demás, o porqué regresa del trabajo a horas distintas cada día…
No es pecado esta forma de encarar la vida, pero siempre es más agradable relacionarte con tú entorno. Saludar en el elevador, conmoverte con la muerte del anciano del 6-C, pues alguna vez lo viste en el portal. Hablar e incluso bromear de vez en cuando con el conserje…
No es el fin husmear, pero sí compartir.
Los límites los impones tú , claramente.
(Siempre que he leído sobre la planificación de diversos atentados etarras cometido en España, me ha sorprendido que parte de su entrenamiento consiste en evitar ser detectado por los vecinos cuando habitan pisos francos, algo evidente sin lugar a duda, pero en estos casos ese anonimato no pasa por evitar a los demás, pues eso es sospechoso, sino inventar una historia, una fachada, por más extraña que sea, pues el límite surge después del dialogo, la sonrisa y los parabienes con el resto de lugareños. Eso es imposible evitarlo).

Chile y el miedo al otro
A diferencia de España, en Austria vale sólo con saludar. En Chile algo parecido.
Dada la identidad en construcción, en Chile no hay un sentimiento igualitario entre todos los congéneres. Quizás la identidad está dada por el “progreso” o las ganas de “ser mejor” aunque la comparación inmediata sea con los vecinos, o los cercanos de tu barrio, olvidando que son parte de un entorno más cercano y sintiéndote positivamente agradado si subsiste un halo de superioridad ante ellos.
Por ejemplo, en El Mercurio de hoy (4 de mayo) se señala un dato -extraído de una encuesta elaborada por Adimark- que dice que el 46% de los chilenos no confía de sus vecinos y no vive en comunidad, subrayando en ese reportaje que en los sectores altos esto se acrecienta.
¿Qué se puede concluir de eso?
Muchas sensaciones, como la inseguridad, va de la mano del no compartir, con el desconocimiento del otro. Y no es por un supuesto “respeto“, como en Austria -pues en Chile lo que hagan los demás siempre llama la atención y siempre genera comentarios…-, sino por esa idea de encierro, de desconfianza, cuya génesis no logro desvelar, pero que sin duda se ve potenciada por la incesante lucha por mirar en menos a los demás.
El miedo al otro se da en términos de seguridad, pero también por la posibilidad de sentirse humillado por los logros de otros. El ser “consumista-mente” mejor.
Para Austria estos casos horrendos han empujado una reflexión indentitaria.
Queda esperar que en Chile acontecimientos como los de Austria nos empujen a vivir más acorde con la comunidad, dejando para el asombro a quienes se niegan hacerlo sin razón aparente. Y que no sea la conducta políticamente adecuada el no saludar, el no compartir, el no preguntar.

6 comentarios:

  1. para que luego digas que solo hablo cuando no estoy conforme con tu post:

    excelente artículo, de principio a fin.

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  2. No sé. Para mí el avioncito ése de la caricatura no está tan alejado del tipo chileno. Eso de estar disculpándose por preguntar algo -aún cuando quien recepciona está para eso-, o disculpándose por pagar con moneditas... representa un elevado concepto de respeto muajaja.
    A mí, por ejemplo, me parecía un insulto en España que la gente no pidiera permiso para pasar... y que cuando lo hicieran fuera un seco "ME DEJAS PASAR", inclusive sin el signo de interrogación muajaja.
    No sé, no sé de Austria como para respaldar eso de que difiere del respeto chileno.
    Pero somos respetuosos Benjamín.
    Peladores, ya, peladores.
    Copushentos, ya, copushentos. Pero siempre con respeto 8-|.
    Y eso de saludar, compartir, preguntar, debe tener alguna raíz arquitectónica. En España, por ejemplo, prácticamente toda la población vive en edificios... el chileno mayoritariamente tiene casa po. Con rejas de temer muajaja. Pero anda a ver si esa encuesta Adimark arroja lo mismos resultados en los blocks y similares... me imagino que cuando los espacios son más delimitados y compartes algunos -como donde Tiny- las relaciones son más espontáneas...
    (¿Y qué tengo que ver yo con mi vecino, a?)

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  3. Primero feliciterte por las nuevas introducciones, más, recomendarte una peli de K. Loach "El ultimo beso" (tu que eres medio musulman, un poco de chileno y mapuche y nada europeo) aborda el tema grupo vs individuo, otra, el liberalismo-individualismo-privacidad nos ha llevado a ésto, ese sería uno de los debates; al monstruo HUMANO de Amsteten le hubieran denunciado por tirar de la cadena después de las 23hrs (no es coña) sin embargo sus inquilinos eran incapaces de criticar o denunciar ciertos tratos que dispensaba en su casa a mujer e hijos por no interferir.
    Nada más, un saludo, sugerencia para el blog: Esplendor en la hierba.
    aningunodelosanteriores.blogspot.com

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  4. Maximiliano sólo decirte que viene el lunes 12 Rafael Correa a mi Universidad a dar una conferencia, llamamé si te interesa y si no también para saber que lo sabes a lo largo del finde. Un abrazo y un saludo.

    aningunodelosanteriores.blogspot.com

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  5. Oye Max no tengo tu mail, llamamé para dictarmelo y asi mando las invitaciones para la conferencia. Voy a estar despierto bien pronto. Un saludo y un abrazo.

    aningunodelosanteriores

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  6. Cierto, en Chile en los niveles socioeconomicos mas alto ,hay ub¡n aislamiento muy grande,dada por la sensación de seguridad cuando estascomo en un fuerte protegido por altas paredes, pero caca sez nos damos cuenta que eso no sirve igual se vulnera.Solo te puede ayudar tu......vecino. dobre todo en los barrios de clasr media,
    Me encanto tu articulo.
    Cariños
    Mamá

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