Alguna vez un periodista de El País, corresponsal en una importante ciudad del hemisferio sur, tuvo que escribir un artículo para una edición especial de fin de año del periódico en cuestión narrando su experiencia en el nuevo frente que cubría. La idea era que todos los corresponsales en el mundo contasen sus vivencias en los diversos lugares donde “está” la noticia.
El periodista llevaba tres meses en su nuevo destino laboral. Luego de oír un tango y quizás comerse una milanesa, reflexionó caminando por Avenida Corrientes y llegó a la conclusión de que lo que más le sorprendía de la Nación que cubría era:
1) La sorprendente sensación de vivir la Navidad , el Año Nuevo y Reyes en verano.
2) El agua del grifo girando para el lado contrario del cual él estaba acostumbrado.
El etnocentrismo de aquel profesional de las letras y de la información era más potente que la posibilidad de abrir los ojos y tratar de observar lo nuevo y diferente. Hacer un ejercicio de lejanía, de entrever al “otro”. En definitiva los grandes medios de comunicación de todo el mundo, además de la Agenda Setting , de la pauta o de lo que realmente quieren informar los dueños de éstos, están coartados por el público que los consume y quiere un tipo determinado de noticias. No me cabe duda que el consumidor de El País quiere leer lo que gente, como ese corresponsal, escribe a diario desde su destino laboral. En rigor, son los intereses de España bajo la óptica de España. Una circunstancia legítima, pero no óptima.
Sin embargo, es un peligro real. El esfuerzo de querer “ver” es de verdad es un esfuerzo. Corro el riesgo de caer en ese juego, el de sorprenderme por los tópicos generales de éste país –Eire- sin profundizar como quisiera y me demanda este mísero Blog, pues aún no estoy en condiciones de hacerlo y deseo, antes de marcharme de Irlanda, poder analizar la situación política y social con mayor cabalidad.
En resumen, y si a eso le sumamos la escasa información internacional a la cual accedo, y la suspensión temporal de lecturas en español, no me queda otra que hablar de mi observación banal de la ciudad, Dublín.
Legalidades
Es ilegal orinar en la calle.
La influencia protestante ha hecho mella en una sociedad mayoritariamente católica y si bien el desorden –como antónimo de orden protestante- es plausible en la ciudad, el respeto por ciertas normas y leyes no van de la mano generalmente con el catolicismo, esa religión que lo perdona todo. En concreto la gente no orina en la calle, pues si lo hacen los multan.
No se pueden fumar dentro de los bares tampoco, como en España, pero acá aquella medida se cumple aunque esté lloviendo y salir a la calle a fumarte el tabaco parezca un suceso viciado en sí mismo…
Paradójicamente, ningún mandato municipal obliga a no vomitar, como si éste acto tan humano fuese partícipe de la vida diaria del irlandés. Por tanto es más común ver a dublineses vomitando que orinando. Y dada la elevada ingesta de alcohol del lugareño y el turista, el número de vómitos esparcidos por Temple Bar u O’Connell Street no son pocos. Por la mañana las calles están cercadas por leves riachuelos de vómitos que buscan desesperadamente la alcantarilla, por lo que se deduce que la medida “anti-meado” no apela a la higiene de la ciudad sino a la idea de censurar una hipotética obscenidad.
El NoEl periodista llevaba tres meses en su nuevo destino laboral. Luego de oír un tango y quizás comerse una milanesa, reflexionó caminando por Avenida Corrientes y llegó a la conclusión de que lo que más le sorprendía de la Nación que cubría era:
1) La sorprendente sensación de vivir la Navidad , el Año Nuevo y Reyes en verano.
2) El agua del grifo girando para el lado contrario del cual él estaba acostumbrado.
El etnocentrismo de aquel profesional de las letras y de la información era más potente que la posibilidad de abrir los ojos y tratar de observar lo nuevo y diferente. Hacer un ejercicio de lejanía, de entrever al “otro”. En definitiva los grandes medios de comunicación de todo el mundo, además de la Agenda Setting , de la pauta o de lo que realmente quieren informar los dueños de éstos, están coartados por el público que los consume y quiere un tipo determinado de noticias. No me cabe duda que el consumidor de El País quiere leer lo que gente, como ese corresponsal, escribe a diario desde su destino laboral. En rigor, son los intereses de España bajo la óptica de España. Una circunstancia legítima, pero no óptima.
Sin embargo, es un peligro real. El esfuerzo de querer “ver” es de verdad es un esfuerzo. Corro el riesgo de caer en ese juego, el de sorprenderme por los tópicos generales de éste país –Eire- sin profundizar como quisiera y me demanda este mísero Blog, pues aún no estoy en condiciones de hacerlo y deseo, antes de marcharme de Irlanda, poder analizar la situación política y social con mayor cabalidad.
En resumen, y si a eso le sumamos la escasa información internacional a la cual accedo, y la suspensión temporal de lecturas en español, no me queda otra que hablar de mi observación banal de la ciudad, Dublín.
Legalidades
Es ilegal orinar en la calle.
La influencia protestante ha hecho mella en una sociedad mayoritariamente católica y si bien el desorden –como antónimo de orden protestante- es plausible en la ciudad, el respeto por ciertas normas y leyes no van de la mano generalmente con el catolicismo, esa religión que lo perdona todo. En concreto la gente no orina en la calle, pues si lo hacen los multan.
No se pueden fumar dentro de los bares tampoco, como en España, pero acá aquella medida se cumple aunque esté lloviendo y salir a la calle a fumarte el tabaco parezca un suceso viciado en sí mismo…
Paradójicamente, ningún mandato municipal obliga a no vomitar, como si éste acto tan humano fuese partícipe de la vida diaria del irlandés. Por tanto es más común ver a dublineses vomitando que orinando. Y dada la elevada ingesta de alcohol del lugareño y el turista, el número de vómitos esparcidos por Temple Bar u O’Connell Street no son pocos. Por la mañana las calles están cercadas por leves riachuelos de vómitos que buscan desesperadamente la alcantarilla, por lo que se deduce que la medida “anti-meado” no apela a la higiene de la ciudad sino a la idea de censurar una hipotética obscenidad.
Imposible, por lo mismo que señalo en el primer párrafo, no hablar de lo más comentado. El No de Irlanda al Tratado de Lisboa, proceso que viví a concho acompañando a Antonio, corresponsal en Londres de Radio Intereconomía, quién venía a cubrir el magno evento, evento por el cual ahora Irlanda pasa como desagradecida, después de que la Unión Europea despachara 55 mil millones de euros de ayudas. Por el contrario el irlandés cree que los 60 mil euros de renta per cápita se lo deben a la inversión extranjera –estadounidense- que se instaló en la isla por la baja tasa impositiva, diferente al resto de países de la UE.
Dialogo de ciegos que deja a Europa otra vez negociando, el verbo que más conjuga desde que se logró el instaurar el euro (que no circula en todos los países de la Unión ) y el pacto de Schengen (al cual Irlanda y Gran Bretaña no están adheridos).
Tampoco es que la gente celebrase en las calles el triunfo sobre Europa, óptica dada por conservadores económicos y religiosos -se hizo temer que la aprobación del texto traería modificaciones a la política fiscal de Irlanda e incluso se habló de que decirle SI a Europa significaba la aprobación del aborto-, sin embargo se puede detectar en el tullifo irlandés cierta alegría por la negativa rotunda. A todos, y en todas partes del mundo, les gusta jugar al individualismo.
La vida del periodista, por el contrario, es azarosa desde todos los puntos de vista y está rodeada de unas condiciones que ponen a prueba la seguridad interna como quizás no lo hace ninguna otra situación. Y tal vez no sean lo peor de ella las experiencias frecuentemente amargas de la vida profesional. Son precisamente los periodistas triunfantes los que se ven situados ante retos especialmente difíciles. No es ninguna bagatela eso de moverse en los salones de los grandes de este mundo, en pie de igualdad con ellos y, frecuentemente incluso, rodeado de halagos, originados en el temor, sabiendo al mismo tiempo que apenas haya uno salido, tal vez el anfitrión tenga que excusarse antes sus demás invitados por tratar a los "pillos de la prensa". Como tampoco es ciertamente ninguna bagatela la obligación de tenerse que pronunciar rápida y convincentemente sobre todos y cada uno de los asuntos que el "mercado" reclama, sobre todos los problemas imaginables, eludiendo caer no sólo en la superficialidad absoluta, sino también en la indignidad del exhibicionismo con todas sus amargas consecuencias. Lo asombroso no es que haya muchos periodistas humanamente descarriados o despreciables, sino que pese a todo, se encuentre entre ellos un número mucho mayor de lo que la gente cree de hombres valiosos y realmente auténticos.
ResponderEliminaryo creo que una vez vi un periodista valioso y realmente auténtico, pero no me acuerdo dónde!
ResponderEliminarFuera de bromas, yo creo que, precisamente, la visión de un corresponsal tiene que ser la de un extranjero en esa zona. Es más, creo que ese es su valor, el ser los ojos de un oyente o lector de su país. Creo que siempre será más facil (y barato) mantener acuerdos con medios extranjeros y traducir sus textos o contratar una agencia que mandar a un tio a malvivir por ahí. De hecho, recuerdo a un jefe de corresponsales de TVE que decía que un corresponsal no puede estar más de cuatro años en un destino, porque pierde la referencia dé su país... y lo decía de toda una institución como Rosa María Calaf!
Malditos pillos de la prensa muajaja
ResponderEliminarEs que no puedes acercarte a una visión de mundo con tu visión de mundo...
ResponderEliminarTenís que cambiarte los lentes muajaja las lentillas, los lentes de contacto, las gafas, los anteojos, como le quiera llamar...
Si mirara las corridas de toros desde mi óptica (muy deteriorada por cierto, últimamente), pensaría que son unos bárbaros...
Y con otros anteojos... qué se yo, pensaría que forma parte de la variopinta identidad de su nación...
Mentira. Son unos bárbaros muajaja.
Mal ejemplo.
pues yo creo que es un excelente ejemplo.
ResponderEliminara un lector de tu país le interesa tu visión de los toros -si no, visto que manejamos el mismo idioma e internet es global, supongo que le sería mucho más sencillo entrar en la edición digital de un medio español-, pero si eres corresponsal en españa, se espera que añadas tu explicación, que los hayas visto en directo, además del contexto que le apliques, explicar que sentimientos produce en los españoles, quién está a favor, quién no y por qué. Esa es una de las diferencias entre un trabajo serio de un medio de comunicación o un blog, donde no hay obligación de hacerlo porque no es su función ni falta que le hace.
vamos, es una opinión como cualquier otra. Opinión barbara, por otro lado (jejej)