14/7/07

La historia de Simón H. y un Estado que hace agua

“-Mira, si fácil. M con la A suena MA, ¡inténtalo!”
-No, si yo no puedo. No puedo, no puedo, no puedo...”


Mi querida y buena amiga Beatriz Vega, estudiante de Trabajo Social en la Universidad Católica de Chile, fue invitada por una ONG a dar clases de reforzamiento en una comunidad Mapuche cercana a Puerto Saavedra (importante recalcar que la mentada ONG no está ligada a la Iglesia Católica de Chile).
Luego de un fin de semana conviviendo con niños de no más de 10 años, enseñándoles, viendo películas, jugando y riendo; al regresar a la ciudad-Estado de Santiago tuvo una sensación dual...
Dada a las peculiaridades de su carrera, Beatriz ya se había vacunado contra la espantosa pobreza, falta de educación y precariedad de miles y miles de chilenos. Sin embargo, y aparte de el impacto antropológico-positvo que tuvo presenciar ritos mapuches y conversar con gente de esa etnia, lo cual conmovió enormemente a mi querida amiga; la sensación de perplejidad y desazón estuvo asociada por otra circunstancia, en la cual la historia de Simón H. es paradigmática.
Simón es un niño cercano a la década de vida que no va al colegio por una razón, a esta altura bastante peregrina: su familia lo necesitaba más en la casa que en la escuela. En casa se puede trabajar, en la escuela sólo va a “aprender”, algo tan difuso y occidental que cuesta cuajar.
Se podría decir que hasta ese momento Bea, cuando se enteró del ausentismo escolar de Simón H., aún no acusaba el golpe, pues esto no es algo extraordinario en las comunidades mapuches, a pesar de que el Estado de Chile se jacte de dar cobertura educacional gratuita desde los seis hasta los dieciocho años. Pero cuando un sábado por la mañana reunió a varios niños de la comunidad y les repartió unas hojas para que escribieran su nombre, se encontró con que la mayoría ponía su nombre de pila y, cosa curiosa, sólo inicial de su apellido, como para subrayar un cierto individualismo, empero sin develar quien son realmente.
Intrigada, Bea les preguntó porque no ponían su nombre completo y, luego de largas negaciones, Simón H. le dijo que su apellido era muy difícil de escribir... Bea insistió, y le dijo que ella le enseñaría como se escrbírlo, pero a cambio sólo recibió silencios... Mi amiga nunca se enteró, por boca de esos niños, sus reales apellidos. Durante la clase Bea no sólo lidió con esa extraña circunstancia, sino que también con la frustración y tozudez de Simón H. quien no estaba del todo dispuesto a aprender. Los otros niños, por razones que ya señalaré, si iban más seguido a la escuela y las elementales clases de reforzamiento que Bea les brindó eran más bien un juego. Un juego acompañado con comida, almuerzo y merienda que la ONG se encargaba de distribuir, como un triste premio entre los niños que acudían a las improvisadas clases sabatinas.


Simón H. un
niño MAPUCHE que "desconoce" como se escribe su apellido. Resultado de años de descriminación.
(FOTO: gentileza Beatriz Vega)
Identidad
La anterior historia demuestra como la identidad del pueblo mapuche, a pesar de las intentonas de muchos para organizarse como pueblo casi autónomo de Chile; han hecho mella ante los muros de la discriminación.
La construcción de identidad en las jóvenes naciones de Latinoamérica ha sido y es algo complejo. Dada la cantidad de inmigrantes de diferentes países y de las diversas etnias indígenas que hay en Chile, ese proceso en nuestro país ha sido aún más complicado.
Debido a lo anterior, los chilenos y el Estado de Chile, como dos entes separados, deberíamos cuidar y velar que al menos la porción de compatriotas mayormente definidos, que son los Mapuches, mantengan y cuiden su identidad. Sin embargo, desde el principio de la historia de nuestro país o les hemos hecho la guerra o los hemos discriminados paulatinamente. Y lo que es peor, cuando un mapuche destaca de inmediato la prensa lo caricaturiza (Francisco Huiquipan o Rodrigo Antilef son ejemplos de esto) o directamente se habla sobre
su condición de mapuche como algo impositivo, subrayando esa condición como un impedimento para surgir (en este punto destaca la modelo esa que no recuerdo como se llama y el ex ministro Secretario General de Gobierno Francisco Huenchumilla).
Y en lo que cabe al Estado su rol es mayor. Una de las máximas del modelo neoliberal de Chile indica que donde no puede invertir el Estado, las iniciativas deben quedar en manos de la empresa privada. Eso, claro está, en toda índole económica, pero cuando la educación también es un bien transable, la ejecución de la cobertura educacional queda supeditado al amplio manto privado. Pues una cosa es garantizar la educación y otra es hacerla efectiva.
Discriminación positiva
Los niños mapuches que si van los colegios son empujado por la loable (pero a la vez siniestra) presencia de la Iglesia Evangélica en la Región de la Araucanía. La idea de esta religión es evitar que los mapuches pierdan tierras debido a la ignorancia que en años pasados les llevó a vender malamente sus campos (intención no sólo de esta Iglesia). Entre medio deben adherirse a las creencias que procesa esta iglesia y de paso dejar a tras todos los milenarios ritos araucanos que sin vergüenza son catalogados de diabólicos por los “misioneros” evangélicos, como un reportaje del programa Contacto publicó. Es vital que la educación no vaya de la mano con la perdida de identidad.
Ante esto, la labor del Estado no debe ser sólo garantizar y hacer efectiva la educación a las mapuches y a los chilenos pertenecientes a otras etnias autóctonas; sino también ejercer una discriminación positiva tal como en los años ‘60 y ’70 se hizo en EE.UU., con lo cual se
aplacaron los veleidosos ánimos de los movimientos raciales reivindicativos que sacudían los cimientos de la American Way Life (discriminación positiva que le permitió, entre otros, a Condolezza Rice estudiar en la Universidad, no sé cual, pero en fin...).
Si bien la idea de la paridad femenina-masculina no deja de ser interesante; garantizar por ley un número de cupos para mapuches en los cargos públicos, por ejemplo, es quizás más importante ya no para la convivencia en la sociedad chilena, sino en el mantenimiento del Estado en si...
Todos esos Simón H. llevan marcado en la frente un futuro coartado por la segregación, las miradas en menos, la ignorancia y la frustración. Un cóctel de sentimientos que pueden explotar...
Lo más triste es que en la ciudad-Estado de Santiago no se van a enterar de esto hasta que un desubicado de la Arcis o de la Facultad de filosofía de la Chile, se calce un pasamontañas, se ponga un par de relojes en sus muñecas y decrete la creación del Estado Mapuche. Con eso recién nos vamos a preocupar, porque a la hora de tomar medidas tendríamos que esperar a que ese desubicado inicie una larga marcha que termine en la Plaza Italia, con disturbios y alboroto incluido. Y es que sólo reaccionamos cuando la ciudad-Estado es invadida...
Quizás me quedo corto. La reacción sólo llegará cuando la editorial de The Economist, en tono preocupado y nostálgico, hable de la antigua democracia modelo que era Chile.

1 comentario:

  1. Si, mira el papel de la iglesia ha sido esencial, no sólo evangélica, sino que la evangelización misma, los mapuche han podido hacer análogos términos cristianos, por ejemplo Ngenechén es "Dios", la misa es el nguillatún, los santos y el Papa son tomados como "antepasados" que sé yo, en ese sentido ha habido una especie de "yuxtaposición" urgente frente a tanto abandono... grupos de izquierda han tratado de utilizarlos... Pinochet fue nombrado creo 3 veces "lonko" muaja... y es que es gente muy engañada... que no tiene 12 años de educación
    En ese sentido la "mezcla" en sí no es mala, podría ser una transculturación, pero lo que está pasando ahora es una aculturación, una cultura se está extinguiendo, quizás demasiada occidentalización, han tenido que adaptarse para sobrevivir y en ese sentido han encontrado un apoyo de la iglesia evangélica que los incita a dejar sus costumbres "poco civilizadas"
    Hay poca información respecto al tema... son minorías... pero ahora me voy a leer algo
    Te quiere la amiga

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