29/9/07

Portugal como paradigama, Sudáfrica como reflejo

El ministro de Hacienda de la Republica de Chile, Andrés Velasco, entregó en cadena nacional los alcances del presupuesto del Estado para el curso 2008. El catedrático de Hadvard subrayó que el gasto social aumentará un 11,4% aún cuando el presupuesto sólo crecerá un 8,8%.
Las reacciones políticas al discurso del hombre de Expansiva no se hicieron esperar y no sólo los políticos respondieron las diatribas de Velasco, sino también un listado enorme de economistas de diversos thin thank y/o universidades. Sin embargo, lo más llamativo del discurso fue un año –2020- un país –Portugal- y un reto: ser una nación desarrollada en trece años más alcanzando ingresos per cápita cercanos a los de Lusitania, la más pobre de las 15 naciones primarias de la Unión Europea.
Semanas antes, el economista de la Universidad de Chile, Joseph Ramos, ya lo había comentado en una de sus columnas en el diario La Tercera y la noción -emular a Portugal- fue un discurso que se oyó en La Moneda de Lagos cuando el desarrollo llegaría el 2010 y no una década después. Para lograrlo es necesario crecer a una tasa anual cercana al 5,5%.
Chile, ahora en más, caerá en lo que se podría llamar paradigma portugués. La continua comparación con Lisboa puede llegar a ser enfermiza y en su fondo equivoca el camino que debe imitar Chile, no por índices económicos, sino por historia e historia económica (que no es lo mismo).
Primeramente, Chile no cuenta con los fondos que los portugueses reciben de la Unión Europea para subsidiar, por ejemplo, trenes, carreteras o puentes (o transantiagos). Chile no tiene una historia imperial a sus espaldas, su economía nunca fue del todo estatista, como si lo fue la Portugal de Salazar, y no cuenta con los sobrados ingresos del turismo que dejan ingleses y alemanes en las costas del Algarbe o Alentejo. El germen del desarrollo europeo tiene sus raíces en profundos traumas (II Guerra Mundial, Imperialismo, revolución industrial) y el camino chileno ha sido distinto, también traumático (dictadura de Pinochet), pero dentro de un cabal consenso político que se saltó la dicotomía comunismo-capitalismo para encallar en un ultraneoliberalismo que haría sonrojar a Adam Smith.

Las comparaciones cambian
Un antecedente de esta enfermedad lo vemos ya en nuestros periódicos. Desde que apareció en la prensa que la OECD (el club de países ricos) pensaba incluir entre sus socios a Rusia, Estonia, Chile e Israel, nuestro país tuve una suerte de “cambio de pelo”. La sección de tendencias de La Tercera, que hasta hace pocos meses llenaba sus insulsas noticias estadísticas con gráficos comparativos de Chile con el resto de América (e
l país menos corrupto de la región, Santiago es la capital más segura, el PIB nacional es el segundo más alto, la mortalidad infantil es mínima, etc); ahora esos mismos gráficos y esas mismas estadísticas sirven para comparar a Chile con los poderosos países de la OECD y el resultado es paupérrimo (Chile es el país que menos invierte en educación, Chile es el país que menos invierte en ecología)... En definitiva la paradoja, Portugal como horizonte, nos empuja a dejar atrás el lastre de ser latinoamericano aún cuando somos lo que somos...
Gran error el de fijar una meta tan difusa y diferente a la realidad nacional. Chile tiene sus espejos en Malasia, Corea del Sur, Bostawa, México, países con vidas cortas y parecidas a la nacional. Con grandes saltos de desarrollos en un corto plazo y que son economías que han abrazado la globalización con sádica pasión, como Chile. Pero claro... Malasia y Bostawa no quedan en Europa...

Velasco miente
Sin menospreciar lo antes escrito, creo de todas formas que Velasco miente. Como todo político bien nacido miente. Y lo hace al decir que Chile será un país desarrollado el 2020. Se olvida Velasco que Chile ya es un país desarrollado.
Se olvida que un 15% de los chilenos lleva unos niveles de vida que no tiene parangón ni con España ni con Portugal ni con Grecia. Las carreteras y el aeropuerto son del primer mundo y los índices de corrupción y trasparencias ya se los quisiera Italia, por ejemplo. La cuestión es cuando ese 15% va dejar de vivir en la estratosfera, va dejar de pensar que Chile es occidental y va aunar una verdadera identidad que permita que la vergüenza les lave la cara y sientan que la pobreza de los chilenos es de todos los chilenos pero la riqueza, por una ecuación que no logro descifrar, no es de todos. Algunos llaman esto desigualdad.
Este fenómeno enquistado en nuestra sociedad desde Pedro de Valdivia e Inés de Suárez ha generado verdaderos enclaves cerrados en las urbes chilenas aún no regidos por la delincuencias, sino por la discriminación étnica, racial y socioeconómica...
El desarrollo de Chile ha sido tan mutante que en su ejercicio ha dejado en la vera a los mismos de siempre. Si bien los 20 años de crecimiento han desmantelado las poblaciones callampas (villa miserias o favelas), han aparecido verdaderos batustanes dentro de las ciudades. Grandes y caóticas construcciones de casas copeva o “chuvi” alejadas de los conos urbanos modernos, limpios y ordenados, y encerradas entre carreteras de alta velocidad que sólo buscan conexión entre esos conos urbanos y el mar o la nieve o el aeropuerto, ejemplificado en la jactanciosa costanera norte. ¿A cuantos santiaguinos les sirve realmente esa autopista?
Este concepto, batustan, era utilizado por la Sudáfrica del aperheit para señalar las ciudades o barrios donde vivían los individuos de raza negra, lejos de los vistosos desarrollos de la Sudáfrica blanca y europeísta. Aunque a la distancia parezca una insensatez, lo que buscaban los boer era el desarrollo para todos los sudafricanos (blancos y negros), pero en niveles separados, construyendo sociedades separadas y con abundante paternalismo. El argumento era simple: un negro no puede autogobernarse. Por lo mismo: ¿Es realmente el sistema electoral chileno representativo o alienta a las elites para que sean ellas las que gobiernen? Ante esto respuesta banal, pero sencilla: de los 48 Senadores de la República uno es mestizo (Andrés Navarro) y del gabinete presidencial también sólo un ministro lo es (Yasna Provoste). Chile, la Concertación, la Alianza por Chile deben plantearse un reto más humano y cercano: eliminar la desigualdad lo antes posible. No sólo en el aspecto económico, sino también cultural y en las maneras que se accede al poder.

17/9/07

Una bomba fallida condiciona mi andar

-¿Señor me permite...? ¡¡¡ Señor!!!
-...
-Alto, Policía Nacional de España. ¿Tiene usted como identificarse?

Por mi trabajo en la multinacional de los dientes he tenido que viajar a Zaragoza -capital de la Comunidad Autónoma de Aragón- y a Calahorra, pueblo ubicado cerca de la primera ciudad (a hora y media en autobús), pero perteneciente a la Comunidad Autónoma de La Rioja, cuenca vinícola de la península española.
Mi intención primaria era pasar una noche en Zaragoza –CesarAgusta para los Romanos- y visitar la Virgen del Pilar o perderme por el casco antiguo de la ciudad que se engalana para recibir la Expo Mundial el próximo año. En resumen una de las principales urbes del Reino de España. Pero la capacidad hotelera de la ciudad del Ebro, sumado a la escuálida línea de autobuses que une Zaragoza con Calahorra (el autobús va a Logroño y efectúa una breve parada en el pueblo de marras) me empujaron a reservar una habitación en Calahorra.
La historia de esta narración no se relaciona con Calahorra, enclave en apariencia muy bonito y llamativo, pero que una vez sumergido en las calles te quedas con gusto a poco. De lejos se ve imponente, de cerca es lo que es...


La historia de esta narración no es una alegoría de mis idas y venidas.
La historia de esta narración ni siquiera nace por una observación, reflexión y/o recuerdo. Nace, muy por el contrario, por la estúpida osadía de tres o cuatro jóvenes que, y eso es lo único que a mi me toca, al parecer se parecen a mi...
Nace, incluso 48 horas del evento que paso a relatar a continuación. Nace en el aparcamiento de la delegación del Ministerio de Defensa del Reino de España en Logroño, capital de La Rioja.
Es la tarde del domingo 9 de septiembre y esos tres o cuatro tíos, amparados por la noche y motivados por lo imposible, dejan un coche cerca del sitio antes señalado cargado con 61 kilos de explosivos. Otro de esos osados llama a la redacción del periódico Gara. Son las 23:15 de la noche y avisa: en 20 minutos más estallará el coche.
Grupos Especiales de la policía española (los Tedax) se movilizan y como en la mayoría de las ocasiones logran desactivar el rudimentario artefacto explosivo. Luego un periódico diría que no explotó debido a que falló un cable, otro diario subrayaría la pericia de los oficiales; pero todos ahondarían en la situación de esos osados jóvenes que días antes habían hecho estallar un coche-bomba en la comisaría de la Guardia Civil de Durango ¿Tendrán la capacidad para volver a matar?

En tanto yo...
Cuando eso ocurría yo hacía lo mío. Lo mismo que hice en Puente Genil, en Ronda, en Don Benito... Mirar, hacer mi trabajo, beber un café, leer los periódicos regionales, mirar.
Era martes justamente lo que había ido hacer a Calahorra y Zaragoza ya estaba hecho. Con la lentitud del que sabe a que hora zarpa el buque, busqué la pequeña estación de autobuses de Calahorra para emprender el regreso a Zaragoza, para luego emprender el regreso a Madrid.
El viaje fue más corto que en la ida y entre el pasaje pude apreciar señoras de edad que venían de Logroño, inmigrantes rumanos, gente sin alegría que se bajaba y subía en los distintos pueblos donde la maquina paró... Por la matutina hora -11:30- no vi estudiantes universitarios.
Durante la primera parte del trayecto terminé de leer “Las Escalas de Levante” de Amin Malauf. Luego me desconecté conectándome los audífonos del MP3 para oír Mauricio Redoles. Eso hacía, oír a Redoles con volumen moderado, cuando el bus entró en la nueva y moderna estación combinada de autobuses y trenes que este verano se inauguró en Zaragoza...
Cuando pisé el andén tenía la idea clara: comprar de inmediato el billete a Madrid y luego irme a comer a una de las tres cafeterías de la estación, pues en sólo una hora más salía el convoy a la capital de España y no tenía ganas de vagabundear por las calles de Zaragoza. Ese era la idea, claro, pero un extraño y lejano murmullo, imperceptible por la música del MP3, cambiaba mis planes. El murmullo se transformó en un grito y el grito en una escena: una mano cogiendo mi hombro con fuerza y tesón. Mi cuerpo se gira en redondo antes que mis pensamiento. En un gesto casi innato me saco los audífonos para confirmar lo que lejanamente oí. Ante mi tengo a tres hombres. Uno me habla y me pone la chapa de la Policía Nacional de España en la cara, el otro tiene una radio, el otro tiene la mano en la espalda...
- ¿Tiene usted como identificarse?
- Si, claro...(le paso mi DNI)
- Mmm, estudiante chileno. ¿Qué hace en Zaragoza?
- Turismo. Estudio en la Complutense...
- ¿Viene de Logroño?
- No de Calahorra y ahora me voy a Madrid, ya estuve en Zaragoza.
- Toma el DNI Paco, llama a la central y chequéalo.
Ahí estoy yo. Parado en las dársenas de la moderna estación de Zaragoza rodeado de tres policías de civiles que me han confundido. No sólo me han creído español, sino vasco. No sólo me han creído que detrás de las oscuras gafas y del auto-aislamiento del MP3 había un sospechoso, sino un etarra, un enlace quizás, o directamente han imaginado que soy uno de los tres o cuatro estúpidos que aparcaron el coche-bomba en Logroño.
La situación, evidentemente, es de rutina. Un grupo de policías aprestados en la estación principal de Zaragoza vigilando que tipo de gente se baja de los autobuses que viene del sitio del suceso (Logroño). La ecuación es simple y es más simple si se piensa que en el bus no había nadie más que yo con apariencia sospechosa: gafas, pelo medianamente largo y castaño, ropa
arrugada, mochila, una barba mal afeitada y prisa... Pero soy chileno, vengo de Calahorra y las gafas no quieren ocultar más que el mal dormir en el hostal donde pasé la noche.
- No te preocupes Chaval, esto es de rutina.
- ¿Es por lo de ETA?
- Si. (escueta y políticamente correcta respuesta)
- José, que es el tío está limpio.
- Gracias. (me pasa el DNI) En las taquillas 6 y 7 puedes comprar el billete a Madrid.
Mis labios sueltan algo así como “vale” y guardo sin salir de mi asombro el DNI en la billetera. Pienso en decirle algo más, un leve protesta por el tiempo perdido, pero me contengo. Recuerdo las vicisitudes que pasé con un grupo de borrachos, afuera de las torres de San Borja, otro martes de septiembre hace ya cuatro años, cuando me vi entonando el himno de Carabineros de Chile y minutos después siendo emboscado por una patrulla policial (el Cabo Larios se sintió ofendido). Cinco lucas me constó esa gracias y cinco tambien a Gordo Azocar a Mariano y a un tal Edgardo. Apenas sé como funcina la mente policial de los pacos, sería pretencioso intentar dialogar con los grises o ex grises, aunque estos vallan de civil.
Sigo mi camino y veo que el afiche con la imagen de los ocho etarras más buscado está pegada en todas las boleterías, en todos los café, hasta en el baño, donde entro a mojarme la cara. Ya no hay tiempo para ir a la cafetería.

11/9/07

Suecia 3. Ser neutral

Cuando Adolf Hitler, a mediados de 1940, pensó que nada podría impedir que el Tercer Reich durase 1000 años y se extendiera por toda Europa, entró en Dinamarca al estilo de los Sudetes checoslovacos y el Anschulss de Austria: sin disparar ningún tiro y confraternizando con una población medianamente aterrorizada, pero aria. La geopolítica era sencilla: de la península de Jutland (Jylland) a Noruega, de Noruega a Inglaterra...
Los judíos que huyeron a Dinamarca cuando el nazismo invadió Alemania fueron perseguidos también en el país escandinavo, pero en las calles de Copenhague, Odense, Aalborg se produjo uno de los hecho menos conocidos de la guerra, pero de los más dignos. Cuando el general Nikolaus von Falkenhorst, a la sazón gobernador de Dinamarca, impuso que todos los judíos llevasen un brazalete con la estrella de David como primer paso de la segregación, el Rey de los daneses, Cristian X, también lo llevó. “Yo soy el primer judío de mi país”, dijo. El resto de daneses conmovidos imitaron a su soberano y salieron a la calle con un brazalete. La medida germana fracasó. De momento...
En Dinamarca costó encajar la invasión nazi. Históricamente, especialmente en los siglos XVIII y XIX la influencia de una potencia extranjera era latente en los países del norte de Europa y, salvo la relación de Finlandia con Rusia, por lo general era positiva. Noruega con Inglaterra, Suecia con Francia (el actual monarca sueco tiene abundante sangre francesa) y Dinamarca con Prusia y luego con Alemania... Esta influencia no sólo se limitaba al estamento político, sino también al económico y al lingüístico.
Lo anterior no impidió que en la tierra de Hamblet se desencadenara uno de los grupos de resistencias más encarnizados de la II Guerra, lo que incluyó bombas, sabotajes y la deportación de la policía danesa a los campos de concentración en Alemania por mostrase débiles ante los exaltados.

La guerra según Dinamarca
Todo esto es palpable en los rincones de Copenhague. Desde el Churchillparken hasta el Museo de la solidaridad –ubicado a un costado de la famosa sirena de bronce- hay variados monumentos recordando la gesta de la resistencia y de la liberación. Entre estos monolitos hay uno que saluda a “todos los soldados caídos”, es decir, una estatua al soldado desconocido (primera foto), recurso tan usado en la URSS y que levanta desgraciado resquemor en occidente, donde la lógica de que todo soldado es un hombre-una vida- una historia, impera más profundamente que en Moscú, antes y ahora, donde siempre queda la sensación de que el valor de la vida es más bien relativo. (Los marineros muertos en el submarino Kurst el 2000, el asalto al teatro de Moscú el 2002 usando un gas que aún no se sabe como se llama, pero que mató a terroristas y a rehenes por igual y la irrupción del colegio de primaria en Osetia del Norte en septiembre de 2004 son algunos de los muchos ejemplos donde el fin justificó los medios de manera aberrante, pero efectiva).
En fin... El museo de la solidaridad esta bien documentado aunque es más bien testimonial. Pero existe y en sus pasillos se exponen documentos, archivos periodísticos, uniformes, balas entre otras cosas. (Luce, en la cúpula principal, las enseñas nacionales de EE.UU., Gran Bretaña y URSS juntas, alineadas y triunfantes).
Todo esto contrasta enormemente con la situación vivida por Suecia durante los años del nazismo. Suecia jugó a una neutralidad que se balanceaba más al eje que a los aliados. Vendió hierro a Berlín antes y durante el conflicto, por sus vías férreas pasaron vagones cargados de armas para el frente oriental o para mantener la ocupación de Noruega. Cuando el Ejercito Rojo asediaba la capital del Reich, algunos jerarcas nazis, y también algunos personeros del bando aliados, pensaron que una vía comunicante para negociar el “cese de las hostilidades”, más no la rendición incondicional de Alemania, pasaba por los representantes diplomáticos de Estocolmo que aún seguían en Berlín. Algunos dirigentes nazis pensaron en asilarse en dicha legación si el Mariscal Zukov entraba por la puerta de Bradenburgo (lo último sucedió, pero lo primero no).

Ser neutral
En mis casi dos semanas en territorio sueco no logré detectar cual es la real sensación que les provoca al escanio promedio la situación vivida por su país durante la conflagración mundial. A diferencia de Dinamarca sólo hallé dos símbolos que recordaban la tragedia
En la avenida principal de Trellenborg había un bote de cemento con un inscripción que rememoraba las travesías que muchos judíos y miembros de la resistencia danesa efectuaron al cruzar el convulsionado mar báltico para huir a la neutral Suecia. En precarias condiciones y con los a tiro de la base naval del Almirante Doenitz ubicado en Plön.
Sin embargo, lo más llamativo fue una frase. “En svensk tiger” que literalmente tiene dos traducciones: “Tigre sueco”, es una, y el otro quiere decir algo así como “el sueco se queda callado” (tiger significa tigre y callarse en sueco). La frase fue un slogan que el gobierno de unidad nacional de Estocolmo usó durante la II guerra. Hoy esa frase se vende en pines con la cara de un alce o un tigre asustado recordando con cierta vergüenza los sucesos de los años ‘40... Aquello, la venta de pines, fue la única prueba del peso que pueden sentir ciertas generaciones no por la neutralidad, sino por ser amiga del eje. Muchos deben justificar el actuar de Suecia en esos años salvó vidas de suecos, eso nadie lo duda, pero las guerras no dejan indemnes a nadie. Ningún país puede vanagloriarse por no dejarse arrastrar a un conflicto que geográficamente se desarrolla cerca de sus fronteras. Siempre se sufren consecuencias aunque se asuma una neutralidad, ya sea por los refugiados que llegan o por el trauma de no estar, de no ser, de no intervenir por valores pacifistas quizás, pero siempre dañinos.


Opción suiza
Incluso un país panegírico de la neutralidad, que es Suiza, sufre una enfermedad metal grave al respecto. Los helvéticos no van a la guerra, pero están sumamente preparados para ella en un sociedad casi-espartana donde el servicio militar se parece al israelí: un años completo y luego dos meses por año hasta los 45 años de edad. Las carreteras para llegar a Suiza tienen ciertos mecanismos de bloqueo para evitar que carros blindados puedan invadir el país usando las vías cementadas (los Alpes hacen el resto) y poseen la mayor cantidad de refugios atómicos por habitantes en todo el mundo.Además Suiza es el único país que mantiene un ejercito de mercenarios en el mundo, practica tan usual en la historia de la humanidad, pero que con la creación de los Estado-Nación quedó fuera de contexto. Esta es la guardia Suiza del Vaticano.

1/9/07

Suecia 2. Malmöfestivalen

He tenido la suerte de llegar a Malmö, la capital de Skane (Escania), en la semana que se desarrollaba la fiestas de la ciudad, entre el 17 y 24 de agosto.
Sus habitantes y los de los pueblos circundantes (Lund, Trellenborg, Svedala, Klagshamm) estaban volcados a la calle y se percibía que el evento –gratitud al verano que se va- tenía un trascendencia similar a la que pueden poseer las fondas y ramadas en Chile para el 18 de septiembre.
Habían juegos mecánicos (la rueda o la noria según se quiera), conciertos gratuitos en la plaza principal (jazz, rock, pop), promociones de eventos culturales y artísticos. Habían también casi una centena de chiringuitos donde se vendía comida, pero a diferencia de Chile donde para las fiestas patrias se vende y se come sacrosantamente la comida nacional; en Malmö las salchichas y las albóndigas quedaban aparcadas para degustar los placeres culinarios del resto de países del mundo: de los 100 stand que rodeaban la plaza principal, en 80 se vendía platos de Grecia, China, Pakistan, Bosnia, Croacia, Japón, México, Brasil, Afganistán y otros lugares... a un precio promedio de 50 coronas suecas, algo así como 5 euros con 30 céntimos (3800 pesos para más señas).
Pude notar que algunos sitios eran más concurridos que otros. En un chino, un bosnio y uno sueco, donde se vendían tacos rellenos con gambas; habían filas enormes esperando pacientemente para comer ahí. Luego me enteré que un periodista del diario local, el Sydsvenskan, había hecho una crítica de los sitios y había elegido los cuatro mejores. Los fieles lectores del periódicos habían acatado el gusto del periodista-crítico-culinario-sueco y los dueños de estos puesto de comida se estaban llenando los bolsillos de billetes con la cara de Selma Lagerlof y Karl Von Linne.
Realmente eran muchos los sitios para comer por lo que esa mañana no recorrí toda la plaza del rey Gustavo Adolfo (Gustav Adolf Stortoget) y me decanté por una carne griega con una salsa de yogurt, pepinos y pimienta que ya había probado alguna vez, pero, y esto debido más bien al hambre, me supo bastante sabroso. Luego media vuelta y a seguir caminando por las medievales calles de la ciudad, que alguna vez perteneció a Dinamarca, hasta llegar al extremo sur donde la torre más alta de los países escandinavos (Turning Torso) rompía el perfil de Malmö. Torre bastante fea, que a diferencia de los rascacielos que conocía, éste no era de oficina sino de pisos habitables... caros y de lujos eso si.
Luego regresé a Stortoget recorriendo la ribera de uno de los canales de la ciudad, asombrándome en cada esquina por la cantidad de bicicletas que circulaban por las adoquinadas calles, pasé por un pulcro cementerio luterano y por una sencilla iglesia de esa misma religión. Al volver al ruido y a la algarabía de la plaza por la esquina oeste puede ver a la estrella solitaria que ondeaba con fuerza y misticismo.
LONGAS EN GUSTAV ADOLF TORG
Era improbable que en Suecia, donde hay miles de chilenos que pararon ahí luego de Pinochet, no hubiera un sitio de comida chilena... Son esas cosas que uno las intuye, pero no se las plantea, por eso cuando vi que el chiringuito nacional no me sorprendí. La sorpresa se generó al observar la atestada fila de suecos, vikingos, teutones esperando a comerse una longaniza. El sitio, con un nombre que llamaba a la nostalgia del exiliado –“Víctor Jara”-, también había sido reconocido por el periodista-crítico y era, junto al sueco de los tacos con gambas, los de mejor nota. (Al otro día me conseguí el diario en cuestión y me tradujeron el artículo. Decía, si mal no recuerdo, que como todos los años Víctor Jara tenía la mejor comida y además era un sitio limpio y muy bien organizado...). Vendían sólo longanizas y hamburguesas... Lo que demuestra que siempre hay adaptarse al gusto de los demás, pues todos sabemos que las hamburguesas son de un país llamado McDonals, aunque muy sabia y engañosamente, se presentaba al público como “lomito chileno”...
Hice la cola. No tenía mucha hambre, pero una longa con abundante grasa y jugo me esperaba. En un primer momento pensé presentarme, decir que era chileno, pero no tenía claro que esperaba con eso. No quiero ser majadero, pero la sensación de alegría por ver la bandera chilena y sitio de comida combatía con el temor de asumir lo que soy o no soy, aún cuando no lo tengo claro (aunque eso de ser más
chileno que los terceros lugares me encantó)... Además ¿Iba a ganar una longa gratis por ser chileno? ¿Una conversación nostálgica con alguno de los que atendía? ¿Un vaso de chicha o pisco de la botella escondida detrás del mostrador?
Sonaba Tommy Rey, la Sonora Palacio, una que otra de Víctor Jara y Violeta Parra, pero la mayoría de las canciones era de fiesta...
-Hola compare, deme una longa y una coca zero...
-Son 60 coronas...
El hombre no se sorprendió por mi “chilenidad”, pero respondió en chileno y el dialogo fue en chileno... Le pasé dos billetes de 50.
-No tení 10 coronas.
-No, creo que tengo 5.

Me devolvió uno de los billetes de 50, me pasó la coca zero y gritó señalándome “dos longas por acá”. Siguió en lo suyo sin mirarme y sin darme oportunidad de darle las gracias atendiendo al resto de la fila hablando ahora sí en sueco y con acento escanio según me enteré después...
En medio de la noche escandinava, donde las nubes sólo dejaban penetrar algunas pocas estrellas. En un banco perdido de Stortoget de Malmö, cubriéndome con un paraguas por la veraniega e intermitente lluvia de agosto; saboreé dos longas que, quise con todas mis ganas, fueran de Chillán (pero con cueva eran de Lund) y tuve bajo esas circunstancias mi 18 de septiembre privado y adelantado.

La longas no estaban malas, pero la coca zero no evitó que se me repitieran, situación que me hacía recordar mi chilenidad aparente cuando ya en el tren regresaba a Lund. Atrás quedaba mi primer y único dialogo en chileno en Suecia.