El ministro de Hacienda de la Republica de Chile, Andrés Velasco, entregó en cadena nacional los alcances del presupuesto del Estado para el curso 2008. El catedrático de Hadvard subrayó que el gasto social aumentará un 11,4% aún cuando el presupuesto sólo crecerá un 8,8%.
Las reacciones políticas al discurso del hombre de Expansiva no se hicieron esperar y no sólo los políticos respondieron las diatribas de Velasco, sino también un listado enorme de economistas de diversos thin thank y/o universidades. Sin embargo, lo más llamativo del discurso fue un año –2020- un país –Portugal- y un reto: ser una nación desarrollada en trece años más alcanzando ingresos per cápita cercanos a los de Lusitania, la más pobre de las 15 naciones primarias de la Unión Europea.
Semanas antes, el economista de la Universidad de Chile, Joseph Ramos, ya lo había comentado en una de sus columnas en el diario La Tercera y la noción -emular a Portugal- fue un discurso que se oyó en La Moneda de Lagos cuando el desarrollo llegaría el 2010 y no una década después. Para lograrlo es necesario crecer a una tasa anual cercana al 5,5%.
Chile, ahora en más, caerá en lo que se podría llamar paradigma portugués. La continua comparación con Lisboa puede llegar a ser enfermiza y en su fondo equivoca el camino que debe imitar Chile, no por índices económicos, sino por historia e historia económica (que no es lo mismo).
Primeramente, Chile no cuenta con los fondos que los portugueses reciben de la Unión Europea para subsidiar, por ejemplo, trenes, carreteras o puentes (o transantiagos). Chile no tiene una historia imperial a sus espaldas, su economía nunca fue del todo estatista, como si lo fue la Portugal de Salazar, y no cuenta con los sobrados ingresos del turismo que dejan ingleses y alemanes en las costas del Algarbe o Alentejo. El germen del desarrollo europeo tiene sus raíces en profundos traumas (II Guerra Mundial, Imperialismo, revolución industrial) y el camino chileno ha sido distinto, también traumático (dictadura de Pinochet), pero dentro de un cabal consenso político que se saltó la dicotomía comunismo-capitalismo para encallar en un ultraneoliberalismo que haría sonrojar a Adam Smith.
Las comparaciones cambian
Un antecedente de esta enfermedad lo vemos ya en nuestros periódicos. Desde que apareció en la prensa que la OECD (el club de países ricos) pensaba incluir entre sus socios a Rusia, Estonia, Chile e Israel, nuestro país tuve una suerte de “cambio de pelo”. La sección de tendencias de La Tercera, que hasta hace pocos meses llenaba sus insulsas noticias estadísticas con gráficos comparativos de Chile con el resto de América (el país menos corrupto de la región, Santiago es la capital más segura, el PIB nacional es el segundo más alto, la mortalidad infantil es mínima, etc); ahora esos mismos gráficos y esas mismas estadísticas sirven para comparar a Chile con los poderosos países de la OECD y el resultado es paupérrimo (Chile es el país que menos invierte en educación, Chile es el país que menos invierte en ecología)... En definitiva la paradoja, Portugal como horizonte, nos empuja a dejar atrás el lastre de ser latinoamericano aún cuando somos lo que somos...
Gran error el de fijar una meta tan difusa y diferente a la realidad nacional. Chile tiene sus espejos en Malasia, Corea del Sur, Bostawa, México, países con vidas cortas y parecidas a la nacional. Con grandes saltos de desarrollos en un corto plazo y que son economías que han abrazado la globalización con sádica pasión, como Chile. Pero claro... Malasia y Bostawa no quedan en Europa...
Velasco miente
Sin menospreciar lo antes escrito, creo de todas formas que Velasco miente. Como todo político bien nacido miente. Y lo hace al decir que Chile será un país desarrollado el 2020. Se olvida Velasco que Chile ya es un país desarrollado.
Se olvida que un 15% de los chilenos lleva unos niveles de vida que no tiene parangón ni con España ni con Portugal ni con Grecia. Las carreteras y el aeropuerto son del primer mundo y los índices de corrupción y trasparencias ya se los quisiera Italia, por ejemplo. La cuestión es cuando ese 15% va dejar de vivir en la estratosfera, va dejar de pensar que Chile es occidental y va aunar una verdadera identidad que permita que la vergüenza les lave la cara y sientan que la pobreza de los chilenos es de todos los chilenos pero la riqueza, por una ecuación que no logro descifrar, no es de todos. Algunos llaman esto desigualdad.
Este fenómeno enquistado en nuestra sociedad desde Pedro de Valdivia e Inés de Suárez ha generado verdaderos enclaves cerrados en las urbes chilenas aún no regidos por la delincuencias, sino por la discriminación étnica, racial y socioeconómica...
El desarrollo de Chile ha sido tan mutante que en su ejercicio ha dejado en la vera a los mismos de siempre. Si bien los 20 años de crecimiento han desmantelado las poblaciones callampas (villa miserias o favelas), han aparecido verdaderos batustanes dentro de las ciudades. Grandes y caóticas construcciones de casas copeva o “chuvi” alejadas de los conos urbanos modernos, limpios y ordenados, y encerradas entre carreteras de alta velocidad que sólo buscan conexión entre esos conos urbanos y el mar o la nieve o el aeropuerto, ejemplificado en la jactanciosa costanera norte. ¿A cuantos santiaguinos les sirve realmente esa autopista?
Este concepto, batustan, era utilizado por la Sudáfrica del aperheit para señalar las ciudades o barrios donde vivían los individuos de raza negra, lejos de los vistosos desarrollos de la Sudáfrica blanca y europeísta. Aunque a la distancia parezca una insensatez, lo que buscaban los boer era el desarrollo para todos los sudafricanos (blancos y negros), pero en niveles separados, construyendo sociedades separadas y con abundante paternalismo. El argumento era simple: un negro no puede autogobernarse. Por lo mismo: ¿Es realmente el sistema electoral chileno representativo o alienta a las elites para que sean ellas las que gobiernen? Ante esto respuesta banal, pero sencilla: de los 48 Senadores de la República uno es mestizo (Andrés Navarro) y del gabinete presidencial también sólo un ministro lo es (Yasna Provoste). Chile, la Concertación, la Alianza por Chile deben plantearse un reto más humano y cercano: eliminar la desigualdad lo antes posible. No sólo en el aspecto económico, sino también cultural y en las maneras que se accede al poder.
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