25/11/07

Apreciaciones primarias de Dublin. (Irlanda 1)

1,80 euros cuesta el autobús que lleva desde el aeropuerto de la capital irlandesa hasta el Spire, una delgada estructura de 250 metros que se divisa de casi todo el perímetro de la ciudad. Emplazada en una céntrica calle –O’Connel Street, la avenida con más monumentos que he visto en mi vida- la misión primaria de este "evento" con forma de alfiler fue reemplazar una estatua del Almirante Henry Nelson que fue dinamitada por IRA (la base del Spire en la primera foto). Ahora, además de ornamentar el centro, hace de punto de reunión para todo irlandés, inmigrante o turista que pernocte en Baila Atha Cliath.
El cansancio, el desconocimiento cabal del idioma y la desorientación obvia de salir de un incomodísimo avión de Ryanair a la fría noche irlandesa, me llevaron a pagar el autobús de dos plantas, sentarme arriba junto al resto de turistas españoles, mirar por la ventana y no percatarme de que evidentemente, como en cualquier lugar de las islas británicas o la República de Irlanda, se conduce por el lado izquierdo…
No es menor aquello. La sensación residual que el subconsciente puede parir, al adentrarte por territorios que no conoces, pueden ubicarte en contextos muy distintos. Más aún si los prejuicios que cargas se esfuman. Más aún si éstos son algo positivistas…
Los grandes autobuses de dos plantas dublineses tiene un leve aire a las viejas micros pre-transantiago (segunda foto). El recuerdo que tengo de una micro santiaguina, conducida por un micrero santiaguino -con ponchera, adicto a la pasta base y con cara de pocos amigos- es la de la manifestación máxima del poder urbano: controlar toda la calle, con prepotencia y habilidad. Es por eso que no me sorprendía al ver la acera derecha tan lejos de mi perspectiva, aún cuando el vehículo paró varias veces a recoger pasajeros en la acera izquierda. Era como ir por la mitad de la Alameda y ver el bandejón central acercarse y alejarse constantemente según la prisa y la pericia del micrero. Sólo cuando me bajé del autobús, y teniendo bien claro que estaba en la alegre Dublin, pude sacudirme de esa extraña sensación.

Colores
Dublin es una ciudad de tintos obreros. Una amalgama de colores diferentes: gris (el cielo), verdes (el abundante césped), negro (la guinnes), naranjo (el cabello de muchos irlandeses), marrón (la fachada de la mayoría de las casas). Me comenta Javi que, aunque les duele ya que Dublín apela a la diferencia, las calles de los barrios dormitorios son idénticas a las que puedes encontrar en York, Manchester, Liverpool o la mega-Londres.
Ese aire, obrero, le acompaña permanentemente. Al parecer, el frio impide que el aseo de la ciudad sea perfecto, como en otras ciudades europeas que he tenido la suerte de conocer. Eso choca bastante en un primer momento pues es un símbolo que, luego confirmé, hace de Dublín un sitio contradictorio.
Irlanda pasó de ser un lastre a convertirse, después de Noruega y la minúscula Luxemburgo, en el país de la Unión Europea con mayor ingreso per cápita gracias, entre otras cosas, a dos leyes económicas neoliberales: felxibilidad laboral y bajos impuestos a las empresas extranjeras (12% ver-sus al 18% del resto de la UE). La segunda medida se usa en Chile hace años y la primera es una aspiración de un sector político nacional que cree ver en Eire un modelo a seguir y que da por sentado que la no aplicación de esa norma nos ha imposibilitado de seguir el tranco irlandés.
La pregunta del recién llegado surge con espontaneidad tras el tema de las micros y la limpieza urbana: ¿Dónde está el dinero en Irlanda?
No tuve tiempo en los tres días que pasé en tierras celtas de descifrar aquella incógnita, pero Javi y Antonio, mis amigos con los que me junté en Irlanda, más o menos me dieron luces para entender porque Dublín manifiesta su desarrollo de forma tan poco material, a diferencia de Chile y los chilenos, que se enorgullesen de las autopistas de alta velocidad, los grandes centros comerciales y los edificios de faraónicas dimensiones.
En resumen, esperaba ver una ciudad moderna, tecnológicamente avanzada, perfecta, arrasada por la prepotencia del progreso que llegó del golpe, y como gran acto de desorden, varios bares abiertos hasta una hora prudente... Salvo lo último, me encontré con algo muy distinto. Dublín sigue siendo la ciudad que era antes, a pesar de los 40 mil euros per cápita.

1 comentario:

  1. Hijo
    Me haces sentir que Irlanda es una ciudad triste como al parecer son todos los paises que estan mas al norte, ademas en otoño debe ser de colores muy triste. No se si me gusto, aunque no conozco mucho de ese pais.Curioso lo de los buses.
    Que maravilla que puedas conocer realidades tan distintas.
    Tu orgullosa Mamà

    ResponderEliminar